Por Óscar Antonio Roa
Aunque cueste trabajo creerlo, la Ciudad de México aún posee aguas termales medicinales, las mismas visitadas por el Emperador Moctezuma en la época prehispánica.
El cerro de Tepetzinco era una pequeña isla paradisiaca en la mitad del lago de Texcoco. En ese lugar, los aztecas erigirían una valiosa construcción, pues se hallaban aguas termales medicinales, a ellas el propio tlatoani iría a bañarse o pasar un día de relajación.
El lugar del que se habla fue unido a la tierra 40 años después de la conquista, su nombre, Peñón de los Baños. Esta ahora colonia de la delegación Venustiano Carranza, ubicada en el noreste de la ciudad, tiene un bagaje tradicional e histórico, pues por lo sagrado que era considerado para los aztecas, naturalmente, se construyó una iglesia, la cual cuenta con un retablo espectacular del siglo XVIII de la Virgen María y Cristo del Peñón. Antes del crecimiento de esta zona popular, durante el siglo XIX, sería constantemente visitado por figuras como Porfirio Díaz, Maximiliano de Habsburgo junto con la Emperatriz Carlota y hasta científicos como Alexander Von Humboldt o Andrés Manuel del Río.
También, otro descubrimiento de este lugar icónico citadino, fue la llamada “Mujer del Peñón”, la cual, según los estudios realizados, sus restos son de más de 13,000 años, causando una verdadera polémica sobre la llegada del hombre a América.
Actualmente, la mayor parte de estas aguas termales se encuentran entubadas; sin embargo, a lado de la iglesia quedan unas tinas que están disponibles para ser rentadas al público, suministradas por la misma agua donde se bañaron tantos protagonistas de la historia.