Es complicado entrar a una serie que ha sido por demás comentada, reverenciada, satirizada y demás apelativos que enarbolen su trama, escenas y temática. No lo digo por haber sido o no, victima de los spoliers. En esta época, ver la serie o película de moda quince días después de su estreno es haber llegado tarde ya.
Para su servidor, es prioridad dejar pasar los memes, los comentarios, e incluso la infinidad de videos y columnas analizando su contenido o el supuesto significado. A veces solo hay que alejarse un poco para ver mejor, y es por ello que a más de un mes de estreno, hemos decidió hablar del juego del calamar, la serie sensación de Netflix.
Seong Gi-hun es un paria social, un hombre venido a menos, divorciado, con una hija pequeña a la cual apenas ve, y con una madre ya bastante mayor que aun trabaja para mantenerlo. Un día un extraño le ofrece jugar un juego mientras ambos esperan el metro de noche: las reglas son sencillas, si el extraño gana la partida este le dará a Seong dinero, de lo contrario recibirá un golpe en la cara.
El jugar se convierte en adictivo, y al terminar con la cara enrojecida pero con unos buenos billetes en bolsillo recibe la invitación por parte del extraño, para unirse a un juego mucha más grande, uno donde su vida y la de otras tantos resta en juego.
Resulta interesante que el juego del calamar se haya convertido en un fenómeno en el streaming, pero no por los motivos que aparentemente buscaba su creador. La violencia extrema y colocar al protagonista/nosotros, en situaciones de vida o muerte eran el gancho de algo mucho mas profundo.
La empatía es una palabra que nunca se menciona, pero que está ahí. Viejos contra jóvenes, hombres contra mujeres, ladrones contra hombres de fe, todos contra todos, en una serie de juegos de niños que revisten todo de sangre y lágrimas, con tal de ganar una cantidad exorbitante de dinero, siempre el dinero. Todos los jugadores tienen problemas de dinero, una metáfora de la sociedad, el pobre por pobre, el rico por rico, da igual el egresado de la universidad o el ladronzuelo, da igual quien sea, todos consumidos por la desesperación, y por ende empatizamos con ellos.
Interesante, entretenida, bellamente filmada, y dueña de una producción impresionante. El juego del calamar invita a más, más de lo que en verdad pareciera, mas allá de la sangre y de los juegos macabros y más allá de la pregunta aparente: ¿seriamos capaz de matar a nuestro vecino por dinero? La pregunta correcta es: ¿estaríamos dispuestos a dar nuestra vida por el contrario, muy a pesar de nuestras carencias?