Por Óscar Roa
Cuando no existe un adecuado sistema de alertamiento, suceden desastres como el de Armero, Colombia, en 1985, cuando el volcán Nevado de Ruíz hizo erupción produciendo tres lahares, ocasionando la perdida de 30 mil de sus 31 mil habitantes. La población tenía el tiempo suficiente para evacuar; sin embargo, no les llegó ningún aviso. Otro ejemplo, lo tenemos en 2013 con los huracanes Ingrid y Manuel en Acapulco, Guerrero; Conagua y Protección Civil Federal hicieron los avisos vía correo electrónico a las autoridades estatales y municipales sobre lluvias de más de 400 milímetros en un lapso de pocas horas. ¿Alguien sabe que significaba eso? Sólo los expertos en la materia. Era de esperarse que ese 15 de septiembre estuvieran más ocupados en los festejos de la Independencia. El resultado, comunidades asoladas por la tragedia en la sierra, así como el aislamiento por varios días de la zona más exclusiva del puerto. Escenas de miedo y de violencia vivieron los turistas en esas vacaciones.
Existen diferentes tipos de alerta, desde las que nos indican bajos niveles de combustible, detección de humo, etc.; hasta las más sofisticadas de difusión masiva, como las sísmicas. Sin embargo, a nivel mundial existen protocolos de alerta múltiple. Éstas permiten avisar a la población sobre determinado fenómeno perturbador, ya sea un tornado, huracán o el deslizamiento de una ladera que esté por ocurrir, permitiéndoles tomar las providencias necesarias para salvaguardar su vida y su patrimonio.
Detrás de una alerta masiva hay mucho trabajo. Para efectos de entendimiento, lo podemos dividir en tres. El primero: conocimiento; es la construcción de protocolos para saber las áreas y tramos de responsabilidad, tener la certeza de quién y bajo qué circunstancias se dispara un alertamiento, claridad sobre las instancias decisorias, entendimiento del evento y los medios para hacerles llegar la información. El segundo, de tipo técnico, abarca desde cómo se debe transmitir la alerta y qué plataforma es la adecuada, hasta cuál es la tecnología más accesible para su difusión. Por último, educación y cultura, específicamente para que las personas que reciben el alertamiento sepan qué hacer cuando reciben un aviso, dónde refugiarse, tener a la mano lo indispensable, evitar determinados comportamientos.
Construir un alertamiento masivo lleva años, detrás está el conocimiento de los expertos en las disciplinas del conocimiento aplicables. No es sencillo, se deben vencer inercias, intereses, ignorancia y hasta ideologías.
EN POSITIVO, actualmente tenemos la infraestructura para enviar alertamientos múltiples a más de 27 millones de mexicanos. Pienso que corresponde al Gobierno Federal, en especifico a la Lic. Laura Velázquez Alzúa, coordinadora Nacional de Protección Civil, aprovechar y poner al 100% este sistema, además de crecerlo para contar con esta herramienta invaluable. Sin duda, la Lic. Velázquez, por su trayectoria y sensibilidad apostará por el bien de México y de los que vivimos en este hermoso País.
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