En este momento los ojos del mundo están puestos sobre la crisis humanitaria que se vive en Afganistán, ante el temor de que las violaciones a los derechos humanos resurjan, colocando a mujeres y niñas como principales víctimas del régimen talibán.
Décadas atrás las mujeres y niñas en Afganistán abandonaron sus estudios, sus trabajos, sus proyectos de vida. La música era algo prohibido, ni qué decir de pensar en utilizar maquillajes o reír a carcajadas públicamente, les costaba la vida. Las mujeres y niñas afganas han estado presas en casa, bajo la supervisión de un guardián masculino.
Ante el temor y la presión internacional para evitar que la situación de violencia y represión contra niñas y mujeres resurja en esa zona del medio oriente, un portavoz talibán declaró a un medio de comunicación, que sus mujeres y las niñas debían de sentirse seguras, pues tendrían acceso a la escuela y al trabajo, además de garantizar la libertad de expresión, pero vestir el velo islámico seguirá siendo una regla.
No queda duda, los ojos del mundo tienen que seguir vigilantes de la situación en Afganistán, pero sin olvidar que en nuestro continente y en nuestro país, las violaciones a los derechos de nuestras niñas siguen ocurriendo, todos los días, en lo público y en lo privado, pero desafortunadamente muchas veces en el silencio y en la invisibilidad, sobre todo en las zonas de mayor marginación, en donde las lupas del mundo no siempre alcanzan a llegar.
Por ejemplo, la mutilación genital femenina sigue ocurriendo en América Latina, de acuerdo con el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), se sigue practicando a niñas indígenas en Colombia.
Vergonzosamente, México es un escenario violento para las mujeres menores de edad, la organización “México Evalúa”, reportó que, durante el periodo 2018-2019 incrementó el feminicidio infantil en 11%. Según ONU Mujeres, la infancia es asesinada con mayor brutalidad mediante ahogamiento y similares.
Nuestro país vive una guerra no declarada contra el narcotráfico en un contexto de alta criminalidad, que deja efectos devastadores en las niñas, entre ellos: homicidios, involucramiento en actividades delictivas, privaciones de la libertad, trata, desplazamiento forzado y orfandad.
Pese a que las leyes lo prohíben, las uniones tempranas siguen siendo una realidad, trayendo consigo consecuencias como el embarazo adolescente y la deserción escolar.
Ante las violaciones a los derechos de las niñas, que están ocurriendo en diversas partes del mundo, es necesario hablar de los impactos, del papel que juega el estado como garante de sus derechos, de la atención a las víctimas y de la necesidad de cambios estructurales que protejan y garanticen el bienestar de las niñas, niños y adolescentes de todo el planeta.