Jacqueline Ramos
Pamela Orlando, enfermera de urgencias, de Nueva Jersey, Estados Unidos, documentó a diario los estragos del Covid-19 en su persona, desde que lo adquirió hasta fallecer.
A la enfermera se le ve primero en una fotografía con una bella sonrisa, antes de adquirir el mal; luego, cómo la consumió en su casa y después en un hospital de Nueva Jersey, Estados Unidos.
El primer día señala que tiene una fiebre que no se va. Para el segundo, dice sentirse fatal: dolor en la espalda, la fiebre no baja; día tres: ¡Dios mio! Esto no es una broma. Estoy muy incómoda. Mi fiebre bajó, así que algo mejor.
Luego, fiebre de 40.3 grados centígrados. Me siento Terrible, indica mientras tose. Estoy muy mal, casi como si no fuera a lograrlo.
Su condición empeoró y ya no contó los días, pero documentó todo el proceso. “Ni siquiera puedo moverme sin quedarme sin aire. Recen...para que me ponga bien. No estoy segura de qué día es...pero todavía no estoy mejorando”, señala mientras que su tos va en aumento y cada vez se observan más aditamentos médicos en su cara.
Pamela publicó videos hasta el final, incluso cuando ya no podía hablar.
Esta madre soltera, con 56 años y dos hijos, trabajaba en tres sitios a la vez.
“Le supliqué a mi madre que no fuera a trabajar Sí, lo hice: se lo supliqué. Pero mi madre no era así. Era una mujer que podía perder todo y, aún así, estuvo en la primera línea para salvar vidas, dice Reid Orlando, uno de sus hijos.
Redacción ContraRéplica
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