Las relaciones humanas, y sobre todo, los procesos de comunicación entre las personas, suelen ser bastante complejos. No siempre logramos entendernos adecuadamente. A veces, las palabras se interpretan en forma distinta, respecto del fin con el que son pronunciadas. Por eso, muchas personas se quejan de ser “malinterpretadas”, cuando frecuentemente el receptor del mensaje entiende algo diverso a lo que el emisor quiso expresar.
Es responsabilidad de quien intenta transmitir sus ideas, opiniones o argumentos, tratar de que estos lleguen sin interferencia, lo mas “limpios” posibles, buscando ser claros, precisos y concretos. Pero también es responsabilidad del destinatario, procurar poner atención: abrir los canales de comunicación para recibir el mensaje.
Cuando no hay interés, o no se tiene la disponibilidad para escuchar a la otra persona, la comunicación es nula o inexistente. Por eso, es muy difícil comunicarse con una persona cuando existen sentimientos negativos, rencor, o encono previos. Además, una persona enojada pierde los filtros sociales para transmitir un mensaje que pueda ser aceptado por el interlocutor.
El diálogo, el debate, el intercambio de ideas, son maneras de comprender otras visiones de la realidad. Otras perspectivas.
Cada persona observa las cosas desde su particular punto de vista: desde el lugar donde se encuentra situado. El punto de vista de los demás, nos permite conocer cómo se ve la realidad desde otro lugar, desde otra perspectiva o “punto de vista”.
El intercambio de opiniones puede ser algo sumamente útil. Puede dar lugar a la consolidación de la libertad y la razón, tanto individuales como colectivas, y por lo tanto, al progreso de las sociedades. Pero el racionalismo prevalente desde el Siglo XVII en occidente, y por consiguiente en el mundo entero, nos ha hecho perder el camino del diálogo, a cambio de insistir en la búsqueda de “la razón”.
Todos quieren tener la razón, sin embargo, si existiera una sola, no todos podrían poseerla. En realidad, no vale la pena debatir para tener la razón. No se trata de tener la razón, sino de explicar nuestras razones.
En ocasiones, mientras nuestro interlocutor está diciendo algo, nuestra mente está pensando en lo que diremos a continuación, Pensamos como rebatir o contradecir, en vez de simplemente escuchar. Incluso, se llega a interrumpir o atropellar el habla de otras personas. (porque al parecer, es más importante lo que uno tiene que decir, que terminar de escuchar y poner atención al otro) ¿Cómo podría haber así un diálogo?
Es importante escuchar. Todos debemos aprender a hacerlo. Hay personas que solo se escuchan a sí mismas. Hay otras que necesitan ser escuchadas, y también hay quienes saben escuchar.
No podemos ser comprendidos, si no somos realmente escuchados.
Flor de Loto: ¿Vamos a platicar para tratar de comprendernos, o para tratar de convencernos?