Familia rusa que huyó del ataque fronterizo recuerda pánico y caos

AFP

Marina y su familia estaban acostumbrados a oír el lejano estruendo de las explosiones procedentes de su pueblo en la región rusa de Kursk, a sólo unos kilómetros de la frontera con Ucrania.

En la noche del 6 de agosto, las explosiones se hicieron tan fuertes que sus camas empezaron a temblar.

"Nadie sabía nada", explica a la AFP este peluquero de 39 años en un centro de ayuda humanitaria gestionado por la Iglesia ortodoxa en Moscú.

Los soldados y vehículos blindados ucranianos comenzaron a llegar a la región en las primeras horas de esa mañana, montando el mayor ataque transfronterizo en suelo ruso desde la Segunda Guerra Mundial.

La operación se produjo casi dos años y medio después del inicio del ataque ruso a Ucrania, en el que Moscú ha capturado grandes franjas de territorio ucraniano y atacado ciudades ucranianas.

Pero para muchos que viven en la región fronteriza, el ataque fue una sorpresa.

“Los drones empezaron a volar sobre las granjas, sobre los campos, sobre los coches”, dijo Marina.

"No pudimos comunicarnos con nadie para saber cómo salir ni adónde ir", dijo.

- No puedo salir -

Cuando su pueblo, a unos 10 kilómetros de la frontera, se quedó sin electricidad ni agua, supo que tenían que irse.

"Algunos dijeron que tal vez se calmaría y por eso se quedaron hasta el último minuto. Ahora no pueden salir de allí", dijo.

A pesar de los riesgos, su pareja Yevgeny decidió llevarla a ella y a sus dos hijos a la capital de la región, Kursk, un lugar que todavía era seguro "por unos días", pensó.

Dejaron atrás a su perro y a su gato.

Cuando vieron la larga fila de automóviles en la carretera y los pueblos desiertos, finalmente se dieron cuenta de la magnitud del ataque que estaba en curso.

La familia logró llegar a primera hora de la mañana a la capital regional, Kursk, donde pudo encontrar alojamiento en un centro para evacuados.

Sus vecinos no tuvieron tanta suerte: fueron heridos por un dron mientras huían.

"Esperábamos que todo terminara pronto", dijo Marina.

Pero el domingo, los restos de un misil ucraniano derribado cayeron sobre un edificio residencial en Kursk, hiriendo a 15 personas, según las autoridades.

Al menos 12 civiles han muerto y más de 100 han resultado heridos desde que comenzó la incursión, según las autoridades.

- 'No queda nada' -

La familia se dirigió a Moscú, donde les esperaban sus amigos, cuatro de ellos ya viviendo en un pequeño estudio en el norte de la capital.

Ahora, viviendo ocho personas por habitación, Marina y Yevgeny han estado tratando desesperadamente de averiguar qué está sucediendo en su región natal.

Media hora antes de encontrarse con la AFP en el centro de ayuda de Moscú, Yevgeny logró contactar con un vecino que le confirmó que el ejército ucraniano estaba ocupando su pueblo.

"Se han instalado en casa de mi suegro, que acaba de reformar, justo al lado del comercio que ya han vaciado", explica.

Ucrania ha dicho que abrirá corredores humanitarios para los civiles en el territorio capturado para que puedan evacuar hacia Rusia o Ucrania.

Rusia dice que más de 120.000 personas han huido de los combates en la región, pero Yevgeny dijo que muchos de sus vecinos estaban atrapados.

"La verdad es que es una situación complicada. Nadie va a echarlos en un día y medio", declaró Yevgeny a la AFP sobre el ejército ucraniano.

"Cuanto más dure esto, cuanto más tiempo tengan, mejor será su posición y más difícil será expulsarlos".

"En resumen, no quedará nada donde vivir. No queda nada", dijo.

Un vecino logró dejar salir al gato y al perro de Marina y Yevgeny de la casa, donde habían estado encerrados durante varios días.

"Ahora tendrán que buscar su propia comida en el pueblo", confesó con tristeza.

rebaba/dar

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