Por Luis Monteagudo
Los flujos migratorios, han sido una constante en la humanidad. Un fenómeno que claramente ha marcado las identidades sociales de diversas maneras, y donde la tragedia puede mezclarse con el beneficio de toda una comunidad. Guerra, pobreza, enfermedades, creencias religiosas, etnia, etc., pueden ser la causa, representando buena parte del traslado humano que lastima, pero al mismo tiempo vivifica.
Todos podemos remontarnos a la riqueza experiencial adquirida por los Países Bajos cuando miles de judíos fueron expulsados de España hacia el siglo dieciséis, con una miopía sorprendente, pues muchos de estos llamados sefaraditas, poseían la experiencia acumulada de haber habitado en uno de los grandes califatos del Islam, una de las grandes sociedades de su época bajo el califato Omeya de Córdoba, rico centro cultural, que nutrió el espíritu de miles de seres humanos en una era donde España subyacía en plena reconquista, y gozaba de cierto rezago económico y cultural frente a otras regiones de Europa, y donde la fe, era instrumento de guerra tras siglos de conflictos. La herencia del otrora califato, más tarde asentada en el reino de Granada, último bastión del islam en Iberia, aún mantenía una comunidad próspera sefardí que sucumbiría con la entrada de los cristianos en la tierra nazarí.
Quién sabe cuántos conocimientos, cuánta gente valiosa perdió una Hispania que pronto sería un imperio, y que tan bien le habría caído la presencia de un invaluable recurso humano que se refugiaba en un norte que, con el tiempo, construiría su propio imperio, dejando por testimonio la grandeza del pensamiento en el sefardí Baruch Spinoza. Sin duda, una migración tan espectacular, llevó consigo una herencia sorprendente de conocimientos vitales.
Cuando la migración española tras la derrota de la república en 1931, condujo a miles de españoles al exilio americano, México recibió un nutriente imponente que germinaría en una sociedad moderna, beneficiando sus universidades quizá como aquellos judíos arribando al norte europeo. Dos migraciones que iniciaron como tragedias, aportaron grandeza a los lugares donde arribaron.
Analizar el flujo migratorio, debe de ser una actividad lo más madura posible, los gobiernos no pueden enjaularse en una postura prejuiciada o reduccionista del problema, considero que deben de atender seriamente a los beneficios de la recepción de un contingente humano que puede aportar para su beneficio, y el de la comunidad recibida, anteponiendo la vigencia de la legalidad, pues que se sepa, ni los sefardíes, ni los trasterrados representaron algún conflicto real por desacato donde siempre fueron agradecidos. Hoy que debemos comprender en su magnitud las caravanas migrantes centroamericanas que pretenden atravesar México, para llegar a EEUU, debe de comprenderse que no todos llegan a su destino y muchos quedan en el país. Es menester comprender si el país puede o no contener un tesoro.