La Resiliencia del Pueblo en la Ciudad de los Derechos

Para algunos de nosotros, el terremoto de 1985 fue un antes y un después en nuestras vidas. Indudablemente nos dejó muchas enseñanzas, perdimos familiares, amigos, vecinos, colaboradores, nuestra fuente de empleo y hasta nuestra vivienda misma.

Los rostros después del terremoto fueron de dolor, pero también de solidaridad, porque salimos a la calle a buscar entre los escombros para darle la mano al otro. Levantamos fierros retorcidos y reconstruimos juntos los lugares que quedaron devastados, dimos muestra del profundo amor que le tenemos a este lugar que nos lo ha dado todo, del abrazo solidario que hemos tenido una vida entera, porque la ayuda y los víveres llegaron de todas partes del país, México se puso de pie gracias a sus personas, gracias al pueblo fuerte, resiliente e incansable que somos y que seguiremos siendo. Porque recordemos que el entonces titular del ejecutivo, Miguel de la Madrid, demoró más de 32 horas para salir a darle la cara a México y explicarnos qué estaba pasando, ese también fue el otro rostro de México, el de un gobierno de tecnócratas en caos, que no supieron hacer frente a lo que en aquel momento sucedía.

32 años más tarde, en 2017 este país volvió a sacudirse, Guerrero, Morelos, Puebla y Ciudad de México fueron las entidades que resintieron las mayores afectaciones. El terremoto dejó ver una vez más las consecuencias de construir gobiernos y políticas públicas sobre las espaldas de los menos favorecidos. Al día de hoy, 5 años después del terremoto todavía vivimos sus consecuencias, las consecuencias de años de políticas públicas neoliberales y con ello separatistas,

En la sesión ordinaria del día miércoles, alcé la voz desde la máxima tribuna por las mujeres y hombres que trabajaron una vida entera para poder adquirir una vivienda digna y que derivado del terremoto viven en riesgo latente porque sus viviendas sufrieron daños de tal magnitud que deben ser reconstruidas.

En Tlatelolco las consecuencias del 17 tienen nombre y apellido, el de mujeres y hombres a quienes su derecho a una vivienda digna y adecuada al día de hoy no les ha sido garantizado, hablé por Areli, Mizayra, Graciela, Azalea, Saúl, Adriana, Guillermina, Rigoberto, Ernestina, Juan Pablo, Sandra, Ricardo, Martín, Teresa, Lucia, Maru, Sr. Fuerte, Martha y Dulce quienes hace dos días volvieron a sentir el miedo de ver su hogar destruido, sin recibir respuesta alguna.

Los representantes populares tenemos una deuda pendiente con las miles de personas y familias que perdieron sus hogares, por ello, es impostergable trabajar en la transición de un sistema integral de riesgos que ponga al centro del bienestar la dignidad y la salud del pueblo procurando la protección más amplia de los derechos humanos, hasta que la dignidad se haga costumbre.

María Rosete

#porlosqueamamos