Visto que la dimensión, avance y efectos de la emergencia sanitaria han extendido la reclusión en casa hasta finales de mayo, conviene reseñar varios libros por las aportaciones que harán a nuestro disco duro (y si son de política, mejor). El primero es un texto que vio la primera luz en lengua inglesa en 1998 y cuyo autor ha escrito también El arte de la seducción, Las 33 estrategias de la guerra, La quincuagésima Ley, Maestría y Las leyes de la naturaleza humana.
Robert Greene ha dicho que la idea de escribir este libro le vino de una experiencia espeluznante en un ambiente laboral “maquiavélico” al presenciar, en un curso que estaba tomando en Italia, todo tipo de estratagemas entre compañeros de trabajo para ascender la escalera corporativa.
Frente a ello, junto con su compañero de banca, Joost Elfers, también norteamericano, que se dedicaba a la industria del mercadeo de libros, su empaque, distribución y venta, discurrían con frecuencia sobre la naturaleza de la lucha por el poder, descarnada y sempiterna. Elfers, en cierta medida coautor del libro, le sugirió a Greene escribir sobre ese tema vital y apasionante y, para facilitar la empresa, le ofreció una suerte de beca durante el tiempo que durara escribiéndolo.
El resultado fue el hoy clásico Las 48 leyes del poder, que contiene una lista de sendas reglas a manera de brújula para navegar el vasto océano de toda la política: la política laboral, empresarial, académica, internacional y, principalmente, la política política.
Greene inicia con una muy interesante advertencia sobre el poder. Afirma que nadie quiere tener menos poder, sino tener más, pero que en esta época de lo políticamente correcto hay que ser sutiles pero ingeniosos y democráticos pero taimados. Se detiene sobre la naturaleza lúdica del poder y observa que en todo juego hay que ser bueno antes que malo, pues dejar el juego no es opción.
Considera que para poder jugar el juego de la política y el poder se requieren varias habilidades básicas. La primera y principal es la de tener dominio de tus emociones, pues éstas, sin control, nublan la razón y si por ello no puedes ver con claridad la coyuntura, no puedes estar bien preparado para responder con cierto grado de eficacia. Correlativa de la primera, la segunda habilidad es la de poder distanciarse del momento actual y pensar objetivamente acerca del pasado y del futuro. “Ni un día de no estar alerta”, de tal manera que nada nunca te tome por sorpresa pues siempre deberás estar imaginando dificultades posibles e imposibles antes de que en efecto se produzcan. Mientras más adelante veas, más pasos adelante vaya tu plan y más poderoso serás. Avanzaré el próximo jueves. ¡A leer!