Por Miriam Heredia Zertuche
México se encuentra secuestrado por constantes mensajes y acciones de polarización. La reivindicación del pasado lejano y la condena del pasado próximo son pan “mañanero” diario. La descalificación de personas e instituciones a priori y su etiquetado como el enemigo, desempolva sentimientos de traición y de inseguridad en el pueblo. Esto genera un círculo vicioso en el que la gente se repliega y forma grupos de identificación más estrechos, participando en dichos ataques. Analicemos qué capacidad de transformación genera dicho liderazgo.
La capacidad de adaptación es un elemento esencial para superar los retos que la realidad presenta y para poder florecer en tiempos de incertidumbre y cambio. No debemos soslayar que el enfrentar “retos adaptativos”, indudablemente traerá consigo pérdidas, cuestionará aparentes valores y romperá algunas normas y prácticas, que llevarán al desenmascaramiento de conflictos relegados. Por ello, es que Ronald Heifetz reitera que, aunque comúnmente sea inspirador hablar de liderazgo, en realidad las acciones decisivas de los líderes ponen en riesgo sus vidas privadas y profesionales.
No es ningún secreto que la gente se ha sentido defraudada por aquellos que se encuentran en posiciones de poder. Los discursos y promesas vacías no se ven reflejados en acciones y en lugar de escuchar genuinamente las demandas y el dolor del pueblo, se han dedicado a tomar la palestra y predicar. De ahí que se avizorara un cambio estructural para el país con el gobierno en turno. Las numerosas giras que emprendió nuestro actual presidente para conocer el país en todas sus dimensiones y escuchar qué le aqueja a la gente, sí fue un transformador punto de partida.
Asimismo, podemos observar cómo algunas de sus acciones decisivas ya han afectado su vida profesional y personal: el apelar a una estrategia de seguridad “de abrazos, no balazos”, el escarnio público en contra de organismos constitucionales autónomos y algunas instituciones con la misión de trabajar por la garantía de derechos humanos, recortes sustantivos de presupuesto y la remoción de computadoras a servidores públicos; tal como se advierte para las personas que ejercen liderazgo. Pero, después de tomar dichas decisiones polémicas, ¿estamos transitando a una verdadera transformación?
Bajo el esquema de liderazgo adaptativo, una de sus expresiones más importantes consiste en generar un ambiente de apoyo propicio, para que las personas sean motores propios en el cambio profundo, participando en las soluciones al problema y asumiendo las pérdidas. La dichosa “transformación” en México se ha pretendido llevar adelante a través de una única visión, que se ha encargado de engrandecer y mitificar solo al emisor, en lugar de atajar el trabajo prometido que queda por hacer de manera colectiva (simpatizantes y opositores). El acrecentar el odio y la división, bajo esquemas de liderazgo real, no es transformación.