Columnas
El día de ayer tuvo lugar una presentación muy entrañable sobre el libro de Germán García García titulado Luis Cabrera. La fuerza de la voz y la palabra, editado este año por Ediciones del Lirio en la ciudad de México.
Luis Cabrera (1876-1954) fue una figura fundamental de la revolución mexicana, que a veces no es lo suficientemente reconocido en su valía intelectual y política como también ocurre con otros personajes fundamentales de ese período, como es el caso de Andrés Molina Enríquez, que de hecho fue a su vez mentor de Cabrera. Además de Felipe Ángeles, Pancho Villa o Carrillo Puerto, estimo que sería muy interesante que el actual gobierno, o el que sigue, los recordara.
Ya no recuerdo bien, por mi parte, cómo es que llegué a él. Acaso haya sido leyendo a Enrique Ramírez y Ramírez, no lo sé, o no sé si fue en el Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, que es una de las interpretaciones más potentes sobre la revolución y la historia contemporánea de México. De Ramírez y Ramírez recuerdo que reputó a Cabrera como uno de los grandes teóricos de la revolución mexicana junto con Vicente Lombardo Toledano.
También recuerdo la valoración tan alta que sobre Cabrera tuvo el profesor Arnaldo Córdova, que le dedica todo un apartado en su fundamental La ideología de la Revolución mexicana: capítulo II, ‘Del liberalismo al populismo’, sección 3) ‘El redescubrimiento del pueblo’, que a su vez se desdobla en 3a) Madero, 3b) Orozco, 3c) El Programa del Partido Liberal Mexicano, 3d) Molina Enríquez y 3e) Luis Cabrera, efectivamente.
Lo cierto es que, por mi parte, tuve un período muy intenso de lectura de Luis Cabrera, sobre todo revisando la magnífica compilación que la maestra Eugenia Meyer hizo de sus obras completas en cuatro tomos editados por la UNAM. Recuerdo que fueron semanas y semanas y meses los que anduve con alguno de esos tomos verdes en mi mochila, deambulando por bibliotecas, cafés y cantinas leyéndolo con pasión.
En la presentación dije que celebraba mucho la oportunidad de hablar de una figura tan entrañable y significativa como la de Luis Cabrera, que de hecho levantó para mí una estatura heroica. La ocasión me permitió recordarlo y situarlo en una misma escala de importancia como la de José Vasconcelos, al amparo de cuya impronta y vida se inspira el Espacio Cultural San Lázaro pero que por no sé yo bien qué circunstancia no nos había sido posible recordarlo, siendo así que, de hecho, así como Vasconcelos y muchos de los miembros de su generación (Reyes, Henríquez Ureña, Isidro Fabela, Martín Luis Guzmán)delimitaron un frente de ataque al porfiriato desde la perspectiva del flanco de la crítica filosófica al positivismo en tanto que ideología legitimadora de la dictadura, Luis Cabrera abrió el flanco de la crítica periodística a los científicos nucleados alrededor de Limantour como facción interna ostentadora del verdadero poder dentro del bloque histórico porfirista, habiendo sido después partícipe él mismo de los enfrentamientos. De las armas de la crítica a la crítica de las armas.
La pasión intelectual que me producía la lectura tanto de Vasconcelos como la de la correspondencia entre él y sus contemporáneos ateneístas se compaginaba con la valentía, la inteligencia y la sagacidad dialéctica que encontraba en los textos periodísticos y de crítica política e histórica de Luis Cabrera, configurando toda una época de gran imantación histórico-política y de pasión por la revolución mexicana.
Al tomar la palabra, Germán García dijo que la pertinencia de la publicación de este libro se debe a que los tiempos que corren hacen posible encontrar paralelismos y analogías entre nuestro presente más puntual y aquellos tiempos tan fundamentales.
Hay que leer a Luis Cabrera. El libro de Germán García es una extraordinaria introducción a su vida, su pensamiento y los criterios y pasión que lo guiaron en la acción.