Otro futuro es posible y necesario

La modernidad es un modelo de vida que tiene una manera muy particular de concebir y hacer sentir el tiempo. Se puede decir que la modernidad arranca en el siglo XVI cuando la razón calculadora se impuso sobre las creencias falsas que regían la vida cotidiana. Desde Europa, comenzó un modelo de desarrollo de la humanidad que se caracteriza por interpretar el tiempo como un progreso continuo de la historia.

La modernidad nos enseña que las cosas transcurren con el objetivo de mejorar progresivamente. De esta manera, sentimos que lo mejor está por venir y que no podemos detenernos, porque eso significaría el estancamiento.

Llenos de ansiedad, exigimos la renovación continua de las cosas porque nos disgusta la posibilidad de aburrirnos. El futuro nos excita, pero cuando lo alcanzamos también nos hastía. Y esperamos, nuevamente, el estímulo siguiente: el iPhone con dos cámaras, no, mejor con tres, no, mejor con cinco. Y así, una neurosis infinita.

El tiempo es una abstracción, algo que nos indica que las cosas se transforman y no un ritmo natural que está avanzando y al que todos debemos adaptarnos. El tiempo no está avanzando a ningún lado, es el ritmo del sistema de producción capitalista lo que sentimos.

En muchas culturas no europeas el tiempo no se puede entender como una línea de permanente evolución, sino que es un sistema de etapas cíclicas en donde cada cosa tiene un tiempo para llevarse a cabo. No hay un tiempo futuro que sea mejor que el propio presente. Para los habitantes de las Islas Trobiand en Nueva Guinea, no existe un concepto para definir el mañana, por lo tanto, la vida se siente como un permanente presente.

En su cuento El inmortal, Borges habla de la búsqueda de una ciudad en donde los seres humanos no mueren, pero también es una ciudad en la que todos son desdichados; llevan una vida decadente y fastidiada. Debido a que nadie muere, siempre hay tiempo para hacer todo. No existen metas ni disfrute de las cosas, porque las cosas siempre estarán allí y siempre se podrán hacer y disfrutar. En la medida que todo es infinito, todo pierde su valor y disfrute, porque solo se aprecia y goza lo que en algún momento ya no estará, lo que se perderá y ya no podrá volver en otro tiempo.

Mariko Mori es una artista japonesa que relaciona futuro y tradición. Sus obras son sistemas de realidad virtual aprovechados para potenciar la conciencia espiritual de las personas según la cosmogonía sintoísta. En obras como Wave UFO (1999-2002), una impactante y sofisticada nave espacial, las personas eran conectadas a unos electrodos que captaban su actividad cerebral para luego ser visualizada como si fuera un cosmos. La intención de la artista era aplicar la tecnología para provocar estados de contemplación espiritual del universo, algo que comenzaron a hacer los chamanes hace unos 44 mil años.

Los zapatistas han sido pioneros en advertirnos que otro futuro no solo es posible, sino necesario. Es tiempo de detenernos y pensar en el sentido que tiene la velocidad de nuestras vidas y si realmente necesitamos más para sentir un futuro prometedor.