Una de las razones por las que existe la exclusión social, es el fenómeno del poder. No me refiero al llamado “poder público” que se atribuye al estado, sino al poderío: aquella condición de ventaja natural o artificial que otorga privilegios a una persona o grupo, en detrimento de otros.
Si bien las relaciones humanas son asimétricas, y no podemos esperar realmente una “igualdad” en el desarrollo individual de cada persona con respecto a las demás, lo que se encuentra en los polos opuestos del conjunto de relaciones sociales son dos aspectos: por un lado el “poder” y por el otro la exclusión.
Por el lado del “poder” o “poderío” es común encontrar personas que disfrutan sentirse “más” que los demás. Más “poderosos” en cualquier sentido. Más fuertes, más bellas, más inteligentes, con mejor situación económica, más felices, es decir, “superiores”.
Prevalece la intención de “ser más que otros” “ser el mejor” tener “lo mejor” (los mejores padres, los mejores hijos, el mejor trabajo) porque no basta ser “buenos” se nos exige (o nos exigimos) “lo mejor” (lo cual es absurdo, innecesario y pude ser hasta frustrante).
Eso no tiene ningún sentido y ninguna utilidad. Subirse en un pequeño ladrillo y marearse es muy peligroso. No solo para la persona, sino para todos a su alrededor.
Personalmente, a mí no me interesa ser el mejor en nada. Solo quisiera ser alguien que no desea ser “mejor” que los demás.
No es mi vocación competir por el “poder”. Si bien he logrado algunas cosas en la vida, mi lugar estará siempre al lado de los excluidos, los marginados o rechazados, debido a mi historia de vida. Sobre todo, a raíz de mi condición de autismo.
Estoy acostumbrado a escuchar un "no" por delante. Vivir la sensación de no pertenecer. Tener que insistir y persistir para lograr cualquier cosa. Como muchos, no suelo tener éxito a la primera. Solo mi obstinación me ha llevado a alcanzar metas que casi siempre se presentan como imposibles.
Prefiero seguir fuera de las élites, ser un outsider, no tener lo que tienen los “poderosos.”. Agradezco no tener “poderío” (no lo quiero, ni lo necesito), ni mucho menos la costumbre de “pisotear” o excluir a otros para “subir” en la vida; para alcanzar el “poder”.
Pero este sentimiento permanece: Toda mi vida me han hecho saber que nunca seré lo suficientemente bueno, que no soy digno, que no lo merezco.
Flor de Loto: No son “pobres” y “ricos” los extremos de la escala social, sino los “factores reales de poder” por un lado, y en el otro extremo, los grupos sociales en condiciones históricas de desventaja o marginación. El elemento económico es importante, pero no es el único determinante de esta gran brecha social.