Columnas
Ricardo Monreal, si nos ponemos a analizar el escenario político a futuro, llegará al ejercicio electoral del 2030 entre una combinación de madurez y experiencia, sumada a la lucidez y la entereza. Desde luego, es sumamente prematuro ir adelantando vísperas a cinco años del proceso interno en el seno de Morena. Sin embargo, hace tres años, el expresidente López Obrador le abrió la puerta, con mucho tiempo de anticipación, a un ejercicio que logró poner en el radar de toda la opinión pública, especialmente de aquellos que, por su capacidad política, aspiran a competir por la presidencia de la República. Eso, desde su inicio, levantó mucha especulación y, a su vez, una guerra sin cuarteles por el posicionamiento. Al final de cuentas, sabemos, un cónclave con el propio AMLO selló la unidad y dio marcha a la competitividad a través de una gira de las llamadas corcholatas.
Y Ricardo Monreal, de principio a fin, arrancó con las condiciones en contra. Pese a ello, luchó con valentía y, puede decirse así, demostró poder de convocatoria y capacidad política para encabezar una responsabilidad de esa naturaleza. Habrá que ver la decisión que tome el zacatecano con miras a la transición del 2030. Solo él sabe, dentro y fuera del radar sociopolítico, medir el pulso de la población. Desde luego, esa determinación tendrá que ver en cómo se irán acomodando las piezas del ajedrez, y la misma adhesión a través de la simpatía que vaya ganando cada uno de los posibles participantes que, de antemano, vamos dándonos una idea de quienes, en su momento, levantarán la mano para participar.
Una de las primeras señales que envió el coordinador de los diputados de Morena, en función de su compromiso y lealtad al movimiento del que ha sido partícipe, fue su reafiliación a las filas del partido guinda. Eso, de pronto, nos hizo pensar en el futuro que cada figura tiene y puede lograr alcanzar. Monreal, si se lo propone, llegaría lúcido y con gran capital político a la previa de un proceso interno. Él, así como se ha ido posicionando como una pieza crucial en el engranaje legislativo, puede llegar sin problema alguno en el mejor momento de su larga trayectoria, en especial habiendo contribuido sustancialmente en la construcción del segundo piso de la cuarta transformación que, en vísperas del 2030, tendrá cambios profundos en el país.
Y alguien que entiende perfectamente el juego electoral como Ricardo Monreal, tomará una decisión. No veo, por ejemplo, anunciar su retiro en vísperas de que llegue esa fecha. Al contrario, Monreal se mira con mucha entereza y fuerza para recorrer el país entero e ir generando las condiciones. Eso, lo dijimos, pasará solo por la determinación que él mismo tome. A nuestro juicio, queda claro que Monreal, luego de su reafiliación y de convertirse en un aliado incondicional de Claudia Sheinbaum, estará puntual en la cita. De entrada, será crucial el trabajo que lleve a cabo en este segundo tramo de reformas constitucionales que, en medio de esas tensiones que han provocado con la oposición, Monreal ha entregado buenas cuentas a la jefa de Estado, pero sobre todo al pueblo de México que ratificó el cariño a través del mandato popular.
Por eso el futuro de Ricardo Monreal, que es un político de primer nivel, es muy próspero desde la perspectiva de madurez, capacidad y experiencia, sumado al elocuente discurso y el recorrido a ras de tierra que sabe realizar a la perfección. Por esa misma razón, a pesar del tiempo que resta, hay que prestar mucha atención en las señales que se vayan dando durante este proceso. A nuestro juicio, el próximo abanderado de Morena no saldrá del grueso de los gobernadores emanados de la coalición Seguimos Haciendo Historia. Desde nuestra opinión, hemos identificado, al menos en este tramo, dos o tres perfiles que, hace unos meses, jugaron el ejercicio interno de Morena. Es obvio que ellos, llegado el momento, levantarán la mano para participar. De esas alternativas que existen, indudablemente, encaja perfectamente el semblante de Ricardo Monreal. Es verdad, la vida le ha jugado pruebas que han sido un verdadero desafío para él. Si hubiese justicia social, Monreal, sin exagerar, estuviese despachando en Palacio Nacional con todos los méritos que ha cosechado. No fue así y, con la responsabilidad moral, cerró filas con Claudia Sheinbaum.
Le falta mucho tramo a este ejercicio electoral del 2030. Lo cierto es que, el proceso de afiliación de Morena, es una clara señal de que muchos, más que una credencial de militante, están pensando en la sucesión presidencial, especialmente aquellos que pasaron de un partido a otro. Sin aventurarnos, entonces, esta carrera ha comenzado ya, sobre todo al ver la dinámica de afiliación que, a la par de construir una enorme estructura y base social, es el preludio de lo que se avecina al finalizar el sexenio de Sheinbaum; es decir, la lucha por la transición y el posicionamiento.
Y con las condiciones distintas a como se dieron en la previa del 2024, Ricardo Monreal, con todo el derecho político y legítimo, puede estar pensando en la silla presidencial. Para él, como para muchísimos actores del legislativo, la política lo es todo. Pensar en el retiro, en vísperas de una transición, no lo veo ni lo percibo en los planes del zacatecano. Me inclino por la lógica de las circunstancias que, como tal, apuntan a que Monreal, convertido en un hombre clave de este proyecto de nación, levante la mano y, con esa lucidez, vaya en busca de la candidatura presidencial con Morena. Si hay alguien que merece llegar al escalón más alto, es precisamente él.