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Soberanía y nacionalismo

Soberanía y nacionalismo

Columnas viernes 17 de marzo de 2023 -


En un mundo globalizado, de comercio trasnacional, de fronteras solo geográficas, de integración continental, de ideologías compartidas, es obligado cambiar los conceptos de soberanía, identidad nacional y nacionalismo. El siglo XX se caracterizó por la disputa de territorios, balcanizaciones, invasión de naciones, exterminio de razas y etnias, recomposición de la geopolítica, surgimiento de nuevos países y exclusión o aniquilamiento de poblaciones originarias, nuevas corrientes migratorias. Ante ese panorama difícilmente podemos hablar de Estados soberanos., mantener la identidad gentilicia y mucho menos reconocer nacionalismos.

Otro fenómeno del que se abusó, sobre todo en la primera parte de la centuria pasada, fue el excesivo chauvinismo, el nacionalismo a ultranza, la supremacía étnica, además de la imposición de religiones o el combate de estas, lo que provocó guerras que trastocaron soberanías y dañaron la identidad nacional. El panafricanismo y la unión europea son nuevas visiones que buscan redefinirse.
América no fue ajena a esta realidad. Los Estados Unidos mismos son una mezcla de infinidad de migrantes que renunciaron a sus orígenes para crear su identidad nacional en torno de una bandera. Desgraciadamente, el resto del continente sufrió una sangría poblacional que migra tras el sueño americano y eso afecta la fortaleza de naciones soberanas.

México no fue la excepción, colonia española por tres siglos, creó una identidad, más que mestiza, criolla, que logró su independencia política, pero vivió una centuria muy convulsionada, entre guerras civiles e intervenciones extranjeras que no le permitieron ejercer su soberanía ni definir su nacionalismo; curiosamente es bajo el porfiriato cuando México se consolida como país y se define nuestra idiosincrasia.

La Revolución Mexicana no necesariamente cristalizó la unidad nacional, porque las asonadas y planes militares se dieron por la conquista del poder político e incluso se puso en peligro la soberanía nacional, periodo en el que se dio la expedición punitiva del general Pershing en busca de Pancho Villa – además sufrimos la intervención europea de la Triple Alianza o la invasión norteamericana-. Sin duda, cuando más dividido ha estado el país internamente, más difícil ha sido mantener la soberanía.

Todo este periplo viene a colación, por el momento que pasa la relación con los Estados Unidos y la posición de ciertos congresistas que pretenden elevar a estatus de organizaciones terroristas trasnacionales a los cárteles de la droga mexicanos. Esa disposición autoriza al gobierno americano la utilización de las fuerzas armadas para combatir a los barones de la droga en nuestro territorio.

La Casa Blanca ha dicho que no tiene ningún interés en incursionar en el país -sus preocupaciones están más en el rechazo a la inversión en energías limpias, la negativa al uso de maíz transgénico y el freno a la migración-, aunque el fentanilo y la muerte por sobredosis de cien mil ciudadanos al año, es para la administración demócrata un problema de salud pública y de seguridad nacional. Los legisladores republicanos saben que la intervención que solicitan no es como sucedió durante la ocupación de Veracruz, no vienen por territorio ni por expoliar al pueblo. Buscan presionar al gobierno mexicano para que establezca una verdadera estrategia de ataque frontal al crimen organizado que frene la violencia doméstica e impida la porosidad de nuestra frontera por donde cruza el fentanilo.

En este mundo globalizado, con un nacionalismo cada vez más cuestionado, donde ya no cabe el chauvinismo, ¿vale la pena envolverse en el lábaro patrio para defender una ficticia amenaza a la soberanía nacional? Como narrativa política es válido arengar a los mexicanos al grito de guerra, pero es un esfuerzo inútil y muy patriotero. No nos van a invadir ni peligra la integridad del territorio nacional.

Reconozcamos que se ha fallado en la guerra contra el narcotráfico, o menor dicho, la no batalla contra los barones de la droga, y que debemos hacer más por acabar con las adicciones aquí. Aceptemos la colaboración internacional. El nuevo jinete apocalíptico de los narcóticos es un fenómeno global que no respeta soberanías.


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