El pasado domingo de resurrección, 21 de abril, en el marco de la fiesta más importante de los cristianos, dos Iglesias católicas, un templo evangélico y cuatro hoteles en Sri Lanka fueron blanco de atentados terroristas de fanáticos musulmanes, lo que dejó un saldo de más de 320 muertos entre los cuales hay al menos 45 niños y adolescentes y un bebé de 18 meses, además de 500 heridos.
Una de las Iglesias atacadas fue el santuario de San Antonio en la ciudad de Colombo, un santuario nacional muy concurrido; la otra fue la Iglesia de San Sebastián, ubicada en Negombo una ciudad mayoritariamente católica, así mismo fue atacado el templo evangélico de Batticalao, muy retirado de los anteriores lugares.
Sri Lanka tiene 22 millones de habitantes, 70 por ciento son budistas, 15 por ciento hinduistas, 11 por ciento musulmanes, y solo el 7 por ciento son cristianos.
Apenas unos días antes, causó una conmoción mundial el terrible incendió que devastó la catedral de Notre Dame en Paris, inmediatamente surgieron las multimillonarias donaciones para su reconstrucción, sin duda un gesto loable, que mira por salvaguardar la memoria histórica, la cultura y el arte, pero ni aún toda la magnificencia del templo de Notre Dame, vale un solo templo del Espíritu Santo que fue abatido con los atentados terroristas de Sri Lanka, porque todo bautizado es un templo sagrado del Espíritu Santo, y vale más ante Dios que mil catedrales.
Fueron conmovedoras las imágenes de los católicos franceses, sobre todo jóvenes, llorando y rezando de rodillas frente a la catedral en llamas, no cabe duda que Nuestra Señora los escuchó, pues se esperaba el colapso de la catedral, pero milagrosamente se salvó la estructura; sin embargo, no hemos visto la misma reacción en el mundo católico en favor de nuestros hermanos brutalmente asesinados el domingo de resurrección.
¿Por qué esta indolencia ante una tragedia tan espantosa que debería dolernos a todos y provocar nuestra solidaridad?
¿Cómo es posible que para la opinión pública tenga más valor un templo material, por bello que sea, que los templos espirituales que sufrieron el martirio?.
Humanamente ha sido una tragedia, pero para los cristianos el martirio no es una desgracia sino nuestra gloria, y los mártires son nuestros héroes, verdaderos testigos de la Resurrección del Señor que ha vencido la muerte y gracias a ello, ahora esos mártires inocentes gozan de la bienaventuranza del cielo.
Los terroristas, lejos de infringir una derrota y humillación a la fe cristiana, sin saberlo, la han exaltado, han hecho brillar su autenticidad, pues no hay amor más grande que dar la vida por quien se ama, y estos cristianos sacrificados dieron su vida por Cristo y la ganaron en Cristo para la eternidad.
•Sacerdote y exvocero de la Arquidiócesis de
México.