En medio de una crucial cumbre de la OTAN en La Haya, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, arribó con un alto el fuego recientemente negociado entre Israel e Irán, con la intención de proyectarse como un pacificador global. Sin embargo, la tregua comenzó a mostrar signos de fractura apenas horas después de su anuncio, tras nuevas acusaciones de ataques cruzados entre ambas naciones.
El acuerdo, alcanzado con la mediación de la Casa Blanca y el apoyo de Qatar, fue anunciado por Trump como el fin de la llamada “Guerra de 12 días”. No obstante, las tensiones persistieron cuando Israel acusó a Irán de lanzar misiles tras la entrada en vigor del pacto, lo que motivó promesas de represalias. Teherán rechazó las acusaciones, mientras Trump expresó su enojo por lo que calificó como una ruptura anticipada del acuerdo, apuntando especialmente a Israel por presuntamente iniciar una ofensiva inmediatamente después del anuncio.
Durante su vuelo hacia los Países Bajos para asistir a la cumbre de líderes de la OTAN, Trump reafirmó en su red Truth Social que el cese al fuego se mantenía y que las fuerzas israelíes se retirarían. El mandatario describió la iniciativa como una confirmación del éxito de los bombardeos estadounidenses sobre instalaciones nucleares iraníes realizados días antes, que generaron opiniones divididas en Europa.
El expresidente recibió elogios del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien destacó la “acción decisiva” de Trump en Irán y celebró su presión constante para aumentar el gasto militar de los países aliados. Rutte incluso aseguró que Europa "pagará en grande", como señal de compromiso con la seguridad colectiva.
A pesar de este respaldo, la cumbre fue cuidadosamente diseñada para evitar tensiones con Trump, quien históricamente ha mostrado escepticismo hacia la OTAN y otras organizaciones multilaterales. La declaración final del encuentro se centró en una propuesta concreta: elevar el gasto militar al 5 % del PIB, una exigencia promovida por Trump, aunque él mismo aclaró que EE.UU. no necesariamente lo cumpliría.
Trump también planeó reunirse de manera informal con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, quien participó en una cena previa pero no fue incluido en las sesiones oficiales de la cumbre, reflejando el estancamiento de su aspiración de adhesión a la OTAN. Mientras tanto, el conflicto en Ucrania pasó a un segundo plano frente a las crecientes tensiones en Medio Oriente.
Funcionarios europeos expresaron preocupación por el enfoque unilateral de Trump, quien previamente rechazó el papel diplomático de Europa y defendió la capacidad exclusiva de Estados Unidos para intervenir militarmente. Durante la cumbre, el expresidente evitó confirmar su compromiso con el principio de defensa colectiva consagrado en el artículo 5 del tratado fundacional de la OTAN, generando nuevas dudas sobre su visión de la seguridad transatlántica.
Aunque sus demandas han llevado a un aumento generalizado del gasto militar en la alianza desde 2017, Trump insiste en que los esfuerzos aún son insuficientes. Con las miradas ahora puestas en la frágil tregua entre Israel e Irán, su regreso al escenario internacional vuelve a dividir opiniones entre los aliados europeos.