Pedro Arturo Aguirre
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) es una ambiciosa alianza política, económica y de seguridad creada en 2003 por China, Rusia, Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán a la que en 2017 se sumaron India y Pakistán para coordinar respuestas a eventuales amenazas de seguridad transnacionales, como lo es el terrorismo. Algunos analistas la han interpretado como un intento de los hombres fuertes de China Y Rusia para establecer una “coalición antioccidental”.
Pero ese objetivo, si en verdad existió, se ha visto truncado por las rivalidades entre sus dos principales países miembros. Para Rusia y China la estabilidad de las naciones de Asia central es crucial de cara a la lucha antiterrorista, antinarcotráfico y contra el separatismo. Es en estos terrenos donde la alianza ha rendido mejores resultados con la creación de las Estructuras Antiterroristas Regionales una de las dos instituciones permanentes de la OCS (La otra es la Secretaría, organismo coordinador). China ha sido un gran beneficiado de esta cooperación, al apoyarse en ella para socavar al movimiento secesionista musulmán uigur en la provincia de Xinjiang. Pero los esfuerzos de integración económica e incluso militar han quedado en papel mojado.
El choque de intereses entre ambas potencias ha limitado el progreso de la OCS y el Gobierno chino ha preferido tratar con las repúblicas de Asia Central de forma directa, incrementando los temores de Moscú de ser desplazado por Pekín en Asia Central. China vio en la OCS una oportunidad para asentar sus planes de integración económica en Asia Central y acceder a los vastos recursos naturales de la región y utilizarla como mercado para sus propios productos. Por eso Rusia ha bloqueado los dos proyectos de integración más ambiciosos: un banco de desarrollo y una zona de libre comercio. Ante la falta de entendimiento, China comenzó a prestar dinero a las repúblicas de Asia Central de manera bilateral y ahora controla la mitad de la deuda externa de Tayikistán y Kirguistán. Además, la región es central en el proyecto chino de Nueva Ruta de la Seda.
Cierto, Rusia y China han fortalecido mucho su relación bilateral. Putin y Xi Jinping, se han reunido en decenas de ocasiones. Para Rusia, China representa un valioso sostén económico. El comercio bilateral ha crecido exponencialmente, sobre todo en el tema de los hidrocarburos. Ambos países han cooperado en varios temas como los son Irán, Corea del Norte y el Ártico. Asimismo, el gobierno de Putin recibe importante asistencia militar china. Pero Rusia mantiene su ambición de ganar reconocimiento internacional como una superpotencia y no desea subordinar sus intereses políticos y económicos a los de su vecino. De fondo, más allá del rechazo ante el statu quo actual, ambas potencias carecen de un genuino objetivo estratégico global común.