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Una luz que se extingue o una que renace de cenizas

Una luz que se extingue o una que renace de cenizas

Columnas jueves 07 de octubre de 2021 -

Hemos de velar todos porque la industria eléctrica se maneje con la mayor honradez… estaremos atentos y vigilantes para señalar con índice de fuego y para castigar en forma adecuada a quien falte a esa lealtad que debe a la patria y al pueblo
Presidente Adolfo López Mateos

Desde que tengo memoria, y el privilegio de viajar por México, no hay un solo paisaje en el país por inhóspito que parezca, sin que en sus elementos naturales se cruce o se acompañe de una torre de líneas de transmisión de energía eléctrica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), por todo lo ancho y largo de la república. Y esta condición, no es menor, ni casual, ni gratuita.

Si uno revisa la historia, México tenía 18.3 millones de habitantes en 1937, y en ese entonces, solo existían tres empresas que ofrecían el servicio de energía eléctrica a la población “urbana” en el país, algo así como a siete millones de habitantes, es decir, a un 38% del total de la población.

Leído de otro modo, en 1937 los ofertantes no cubrían la demanda de electricidad que se requería, además de que la planificación del servicio y su expansión se planeaba por empresas que solo se enfocaban a las zonas más redituales sin contemplar una expansión que equilibrara el servicio eléctrico de las zonas urbanas con las rurales.

De ahí que el presidente Cárdenas decretó en 1937 la creación de la CFE, la cual tenía como misión “estudiar la planeación del sistema nacional de electrificación, ejecutar y adquirir obras relacionadas con la generación, transmisión y distribución eléctrica en todo el país”: Lo que provocó que la industria privada respondiera disminuyendo sus inversiones al mínimo como una forma de presión.

Tuvieron que pasar 23 años para que el 27 de septiembre de 1960, hace apenas sesenta y un años, México lograra la expropiación de la energía eléctrica de la mano del presidente Adolfo López Mateos. Quien en ese momento predijo:

“Pueblo de México: Les devuelvo la Energía Eléctrica, que es de la Exclusiva Propiedad de la Nación, pero no se confíen porque en Años futuros algunos Malos Mexicanos identificados con las peores causas del País intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el Petróleo y nuestros Recursos a los Inversionistas Extranjeros. Ni un paso atrás, fue la consigna de Don Lázaro Cárdenas del Río, al Nacionalizar nuestro Petróleo. Hoy le tocó por fortuna a la Energía Eléctrica”.

En aquella década, después de la nacionalización de la industria eléctrica, México contaba ya con una población de 34.9 millones de habitantes; y la CFE aportaba el 54% de la capacidad instalada mientras que el resto, era producido por particulares.

Desde entonces a la fecha, la población ha crecido exponencialmente hasta llegar a más de 127 millones de habitantes, además de un vertiginoso desarrollo de la industria, la agricultura y otras actividades urbanas y rurales. Ello, sin contar la llegada de la era digital, donde el principal combustible electrónico es la energía eléctrica. En tanto que en este periodo la CFE logró una expansión de infraestructura que alcanza casi el 99% de electrificación en todo el país. Superando por mucho la media mundial.

No obstante, el carácter prioritario y estratégico de la industria eléctrica en el país empezó a tener un enfoque distinto a su nacionalización después de 1992 cuando, de cara al Tratado de Libre Comercio, el presidente Salinas de Gortari inició la apertura de la industria eléctrica con figuras como “productor independiente”, “autoabastecedor”, “cogenerador” e “importador-exportador”.

Pero sin duda, el gran cambio de paradigma en este sector estratégico lo es la reforma energética del presidente Enrique Peña Nieto de 2014; la cual estableció una industria eléctrica mixta, donde el estado y la iniciativa privada “conviven” para un abastecimiento confiable de energía eléctrica a los “precios más bajos”.

Sin embargo, ante la demanda de 46.2 millones de usuarios en pleno 2021, es preciso decir que la reforma del presidente Peña en la práctica y el funcionamiento del sistema eléctrico nacional es un “desmadre”.

Su diseño ha provocado un letargo en la planeación y una paralización de la CFE, generando consigo desequilibrios que hacen que la CFE solo pueda comercializar 38% del 54% de la energía que puede producir, dejando a la iniciativa privada el 62% de la producción. Por lo que es momento de revisar a profundidad, de debatir los verdaderos beneficios de la reforma eléctrica de 2014, pues nos encontramos ante el diseño o corrección del modelo de transición energético que deseamos como nación. Y eso, querido lector, no es menor.

En otras palabras, nos encontramos ante un debate de altura y miras a la que tenemos que responder con el nivel que se requiere, pues si usted fue de los que se lamentó por el “apagón” de las redes sociales del pasado martes, no resolver la soberanía energética del país pudiera ser peor, pues con la electricidad todo, sin ella, el futuro es luz que se extingue.

Vladimir Juárez. Analista Político. Colaborador de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204


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