¿La IA tiene sentimientos?

Columnas miércoles 26 de octubre de 2022 -

“El ritmo de progreso de la IA es increíblemente rápido”: Elon Musk.

Desde 2012, año en que se dio la expansión de la Inteligencia Artificial (IA) en el mundo y todo lo que tiene que ver con ella, el término proviene de más atrás 1930 y 1956, su protagonismo ha subido a tal grado que ahora todo pretende ser relacionado a esta tecnología.

Su expresión, IA, se usa inapropiadamente y se utiliza de forma incorrecta en múltiples ámbitos. Su nombre se pretende asociar a todo y casi todo: a máquinas inteligentes similares a las personas y que dicen sentir como nosotros, otras que detectan enfermedades, las más que reproducen o modifican obras de arte, aquellas que resuelven complejas fórmulas matemáticas, que replantean la ciencia, descubren los misterios de los océanos o reconfiguran el universo.

Es más, hace unos meses un empleado de Google afirmó que un programa de Inteligencia Artificial desarrollado por la empresa, ya era capaz de manifestar emociones. Pero, cuando se toca base con los científicos, su respuesta a que, si todo está basado en Inteligencia Artificial o esta llegó para reemplazar el razonamiento humano, la respuesta invariablemente es: no y es difícil que suceda en el corto plazo.

En términos concretos, la IA se refiere a sistemas que imitan la inteligencia humana para realizar tareas y pueden mejorar los resultados gracias a la cantidad de información que recopilan y son capaces de procesar; pero, no sustituyen al hombre y su ingenio.

Algunos ejemplos en que se manifiesta la IA son:

Los chatbots. Se utilizan para comprender los problemas de los clientes y proporcionar respuestas más eficientes. Estos asistentes inteligentes analizan información proveniente de conjuntos de datos para mejorar una posible solución o respuesta de atención.

Los motores de recomendación. Proporcionar recomendaciones automatizadas para programas de televisión, de acuerdo con los hábitos de visualización de los usuarios.

Procesos de investigación y creación. Son las actividades donde más se usa la IA, ya que es ahí donde explotan su capacidad de pensamiento superdotado, que analiza datos sobre cualquier formato o función en particular y, a partir de ellos, crea fórmulas, diseños, productos u obras de arte impensadas aún.

Aunque es común ver imágenes de robots de aspecto humano con un alto grado de funcionamiento, estos no pretenden reemplazar a los humanos. Su objetivo es mejorar significativamente las capacidades y contribuciones a los diversos campos de la ciencia, el arte y la tecnología, donde la IA puede revolucionar los hallazgos de nuevas cosas. Eso la convierte en un activo empresarial muy valioso porque se invertirá en ella para encauzar nuevos descubrimientos y soluciones a problemas cotidianos, más no para sustituir al pensamiento o los sentimientos humanos.

El gran error que se comete, es ver a la Inteligencia Artificial como relevo de las capacidades intelectuales que tienen los animales o las personas. Eso no se ha demostrado aún, porque no hay evidencia matemática que iguale las capacidades pensantes del cerebro.

Así que una cosa es clara: la Inteligencia Artificial no tiene sentimientos, todavía, y tardará tiempo para ver resultados claros en ese campo. Mientras tanto esperaremos a ver de qué otras maneras nos sorprende.

Ingeniero en Electrónica y Telecomunicaciones por la UAM.

alejandro.delvalle@octopy.com