Columnas
Las inyecciones son, sin duda, una de las vías de administración de medicamentos que más temor provocan en los seres humanos, especialmente durante la infancia. Ese miedo, por cierto, suele acompañarnos a lo largo de la vida. Sin embargo, la utilidad de las jeringas en los tratamientos médicos está más que comprobada, gracias a sus beneficios en términos de eficacia, rapidez y precisión.Tan solo cada año, en el mundo se utilizan más de 16 mil millones de jeringas desechables de plástico. Este instrumento se ha vuelto indispensable en hospitales, clínicas, laboratorios, campañas de vacunación e incluso en la atención médica domiciliaria.
Este invento, que hoy consideramos parte de lo cotidiano, cambió por completo la forma en que se aplican tratamientos y se previenen infecciones. Pero aquí viene la verdadera sorpresa: el inventor de la jeringa de plástico desechable fue también el creador del trapeador moderno.
Antes de su invención, las jeringas eran de vidrio o metal y debían esterilizarse tras cada uso, lo que implicaba pérdida de tiempo, alto riesgo de infecciones cruzadas y costos operativos considerables. La aparición de una jeringa ligera, económica, segura y desechable transformó radicalmente la medicina moderna.
La cifra de más de 16 mil millones de jeringas utilizadas anualmente se basa en los reportes de producción de las principales empresas fabricantes, como Becton Dickinson o Terumo, así como en estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que calcula un promedio de entre 2 y 5 jeringas utilizadas por persona al año. Además, los datos sobre residuos hospitalarios refuerzan esta estimación al reflejar el volumen real de materiales punzocortantes desechados en los sistemas de salud.Con una población mundial que supera los 8 mil millones de personas y millones de procedimientos médicos realizados cada día, el uso de jeringas plásticas desechables se ha convertido en un pilar silencioso pero esencial de la salud pública global.
El creador de esta herramienta fue Manuel Jalón Corominas, ingeniero aeronáutico español que, en los años 50, revolucionó primero la limpieza del hogar al diseñar un nuevo tipo de trapeador —conocido en España como fregona— que evitaba tener que arrodillarse para tallar el piso. Poco después, con la misma visión práctica, desarrolló la jeringa de plástico desechable, mucho más segura y accesible que las de vidrio reutilizable.Este avance permitió campañas masivas de vacunación, facilitó la atención médica en zonas rurales o de difícil acceso y contribuyó de manera decisiva a reducir el riesgo de infecciones asociadas al uso de equipo médico contaminado.
Resulta fascinante pensar que un mismo inventor haya transformado, con dos creaciones aparentemente simples, tanto la vida doméstica como la práctica médica en todo el mundo. Jalón no era médico, pero su ingenio, sentido común y voluntad de resolver problemas cotidianos dejaron una huella profunda en millones de vidas.
Esta y muchas otras curiosidades médicas nos recuerdan que los grandes avances tecnológicos, especialmente en el ámbito de la salud, suelen nacer del deseo de resolver necesidades comunes. Como bien dijo Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.”