Por Ramsés Villalpando
Los últimos meses he visto como nunca en las redes sociales decenas y decenas de posts de conocidas, compañeras y entrañables amigas que se arman de valor para denunciar a un agresor. Para muchos, es impresionante el número de casos, sin embargo, lo realmente impresionante es lo normalizada que estaba ese tipo de violencia que en algún momento llegó a pasar desapercibida. Por ello, en esta ocasión dedico este espacio a mis lectores, hombres. Y muy en especial a aquellos que pasan de los 40.
Desde la niñez, quienes nacieron antes de los 80 fueron educados con una concepción de la vida en la que las mujeres debían criar a sus hijos, encargarse de las labores domésticas y servir a su esposo. Muchas son las historias que se cuentan de los tíos y abuelos en los que retratan una realidad totalmente diferente donde, incluso, el golpear a sus esposas era algo normal, ya ni mencionar el criar a sus hijos con violencia, lo cual sigue sucediendo.
El asesinar a tu esposa por haber sido infiel incluso se retrataba en las canciones populares como un consuelo al macho defraudado. Basta escuchar “Noche de Reyes” de Carlos Gardel. Muchas historias de hijas que fueron abusadas por sus hermanos, tíos o padres apenas llegan a ser mencionadas, ya que la gran mayoría se fue con el secreto a la tumba. Afortunadamente, las guerreras que se rehusaron a vivir una historia de violencia dieron vida a un ideal que hoy se defiende como nunca y que, ante una ola de violencia de género sin precedentes, salen a las calles con pañoleta verde.
Amigo, conocido, lector, hoy el mundo no es el mismo. No puedes seguir creyendo que una esposa es igual a una sirviente. No debes creer que puedes tocar a alguien sin su consentimiento. No puedes seguir pensando que puedes agredir a tu pareja, hermana, hija o madre. No puedes seguir hablando entre hombres y expresarte de la manera que lo haces sobre una mujer. No puedes seguir guardando silencio ante quienes se expresan así. Aunque te cueste, debes entender que ellas no son objetos, no son propiedad de nadie, no están a tu servicio.
Eso sí, si te rehúsas y continúas reproduciendo tu educación machista, tarde o temprano una víctima se armará de valor y entonces, no estará sola. La apoyaremos y en lo que respecta a ti, todos te daremos la espalda y pagarás por haberle arruinado su vida.
Ahora, a mis contemporáneos, solo queda decir que es indignante que nuestra generación y las subsecuentes, que pintaban ser revolucionarias y avanzadas en centenares de aspectos, sigan reproduciendo la violencia a las mujeres, a la niñez y a quien tiene preferencias diferentes. El mundo no es el mismo. Hoy, ante la injusticia habemos quienes ¡prendemos barricadas!