Pedro Arturo Aguirre
Lo más disímil a un demagogo es Ángela Merkel. Los rasgos característicos de su estilo de liderazgo son el consenso, el sosiego y el compromiso. Le gusta analizar concienzudamente antes de tomar cualquier decisión, se deja asesorar y cuando toma decisiones a veces lo hace con cierta lentitud. Le dicen “la política de los pasos cortos”. Ama el bajo perfil. Las estridencias y parafernalias propias de los “hombres fuertes” le son por completo ajenas. También sabe ser solidaria y humanista. Lo demostró al abrir las fronteras alemanas durante la crisis de los refugiados sirios y en su gestión de la pandemia. No es una oradora portentosa, pero algunas de sus citas pasarán a la historia, como cuando pidió “no minusvalorar el compromiso, porque es la respuesta adecuada al hecho de que cada individuo es único y diferente”, y cuando dio una recomendación como mandada hacer para los populistas actuales: “Sean cuidadosos con sus dichos, porque el lenguaje es un precursor de los hechos. Cuando hay excesos en las palabras, la violencia acecha”.
Por otro lado, a Merkel se le reprocha no haber sido más visionaria. No emprendió una reforma a fondo para impulsar algunas reformas a fondo necesarias en Alemania, como dar un impulso decidido a la digitalización y reducir la excesiva presencia del carbón en la producción de energía. También se le acusa de una reacción miope al imponer una austeridad draconiana a los países de Europa del Sur cuando estalló la crisis del Euro. Y se le critica su excesiva condescendencia con los dictadores de China, Rusia y Turquía. Los escándalos de espionaje, la anexión de Crimea o el envenenamiento de Navalni no impidieron a Merkel llevar adelante con Rusia el polémico proyecto de proseguir con la construcción del gasoducto Nord Stream 2. Con China, Merkel sigue impulsando pingües negocios, pese a la represión en Hong Kong y en Xinjiang. Frente a las disputas entre Grecia y Turquía en el Mediterráneo oriental ha apostado por evitar la confrontación con Erdogan para mantenerlo en su compromiso de acoger en territorio turco a los refugiados de Medio Oriente.
Ella se defiende destacando la ineluctabilidad de tener abiertas vías de diálogo con naciones tan influyentes. Pero llegó un punto de inflexión: la celebración de elecciones en Alemania el pasado domingo para elegir a quien sucederá a Merkel. El resultado, muy parejo, le dio una apretada victoria al Partido Socialdemócrata. Se vislumbra una coalición la cual, sin duda, incluirá al Partido Verde, el más crítico de la política exterior de Merkel, demasiado orientada (según ellos) a los intereses comerciales. Quieren centrase más en los derechos humanos y seguramente pedirán encabezar el ministerio de Exteriores. Veremos entonces como tratan de reconciliar interés económico con valores democráticos.