Morena, sin lugar a dudas, es un movimiento consagrado como fuerza política. Desde hace muchos años dio el salto definitivo y, de manera clara, mostró que es una alternativa eficaz, pero sobre todo el vehículo del proceso de transformación. Además de ello, el lopezobradorismo tiene una esencia fundamental que, por coherencia, cada simpatizante o militante debe cumplir al pie de la letra. Si valoramos un poco el tránsito de algunos actores políticos, no todos han cumplido y, como suele pasar en otras expresiones, hay alianzas que restan, máxime en medio de un ejercicio electoral. Es verdad, el fin va dirigido a sumar a toda la población que, de buena fe, busque el desarrollo común.
Hay sus excepciones, pero la gran mayoría han terminado por traicionar la buena voluntad del presidente López Obrador. Pasó con Germán Martínez y Lilly Téllez. Ambos, por cierto, se ganaron sus posiciones a costa de mentir y simular un respaldo a través de un guión lingüístico que abrazaban el proyecto de transformación. No debe extrañarnos que eso sucediera por los antecedentes que uno y otro arrastran de su pasado conservador. Por eso la insistencia de las bases del partido de cerrar la puerta al oportunismo. Siendo así, Morena debe ser cauteloso y, con ello, asumir una responsabilidad para dar cabida a los verdaderos militantes del movimiento.
Llama mucho la atención lo que está aconteciendo en Michoacán. Inclusive, desde la Ciudad de México percibimos el clima que se vive en aquel punto histórico del país. Resulta que, con la premisa que iniciamos los fragmentos de esta columna, hay actores del movimiento que, de manera pragmática, están cayendo en detrimento. En efecto, Raúl Morón, candidato de la coalición “Seguimos Haciendo Historia”, ha sumado al hermano del exgobernador, Silvano Aureoles, un férreo crítico del presidente Obrador. Lo más preocupante de todo es que, seguramente, hay un acuerdo político de por medio para encabezar alguna posición. La reciprocidad, sobre todo en tiempos electorales, suele ser un mecanismo de componendas.
Teniendo en cuenta el pasado perredista del apellido Aureoles Conejo, basta para darnos cuenta de que, en el trasfondo político, hay un pragmatismo. En lugar de consolidar o de ser vista como una estrategia para sumar más simpatizantes, hay alianzas que restan, repito. Hace poco, Silvano Aureoles amagó con renunciar al PRD porque, según él, Jesús Zambrano se aprovechó de su posición para repartir candidaturas. No me extrañaría que fuese así, a sabiendas del comportamiento que han mostrado. A Juan Luis García Conejo se le negó la posibilidad de encabezar una candidatura. Eso aceleró su salida de las filas del PRD que, en efecto, está al filo de perder su registro de acuerdo con la última encuesta que circuló El Financiero.
Se equivocó Raúl Morón en ese afán de ganar la senaduría por el estado de Michoacán. Seguramente la noticia cayó con un balde de agua fría en las bases del partido cuando se dieron cuenta de las componendas que, como hemos señalado, son coaliciones que no aportan nada. De hecho, hay muchas partes del país donde la militancia está levantando la voz para frenar este pragmatismo. De manera clara, califican el hecho como oportunista porque constituye un paso a la posible división. Si nos ponemos a analizar, esta puede ser una estrategia del Frente Amplio por México, considerando que, detrás de todo ello, puede estar Silvano Aureoles Conejo para esgrimir los ánimos en el seno morenista.
Raúl Morón, con el costo político que puede traer esto, debe reconsiderar la suma del hermano del exgobernador de Michoacán. Esto, por supuesto, no debe interpretarse como una suma estratégica, sino como una alianza que divide. Sabemos la decadencia que vive el PRD, y el giro que ha dado a la derecha en el momento en que firmó el pacto por México. Eso tuvo consecuencias muy graves para el Sol Azteca. Recordemos que, en términos de proporción, el perredismo está al borde de su extensión. No tienen nada que ofrecer más que el brinco a otras expresiones. Ahora, si nos vamos al liderazgo, todos los cuadros no tienen ni la fuerza ni la capacidad política. Por esa sencilla razón, Raúl Morón apuesta mal con esa narrativa práctica que, evidentemente, está siendo tan dañina para el movimiento lopezobradorista.
Para mala fortuna de Raúl Morón, hay coaliciones que, en definitiva, suelen tener un impacto negativo a la larga, sobre todo si se postulan a puestos de elección popular.