La falta de consideración a uno mismo y la autoposposición de las propias necesidades, son un mal común de nuestros días.
Hacemos muy poco por nosotros mismos. Si pudiéramos observar en una gráfica las consecuencias negativas de la falta de atención y cuidado a nuestro cuerpo o a nuestras emociones, seguramente dejaríamos de tener tan poca autoempatía.
A veces ofrecemos a los demás, mucho más de lo que nos ofrecemos a nosotros mismos. Eso incluye el tiempo, la atención y hasta el cuidado.
Somos capaces de sacrificar nuestro tiempo, nuestros intereses, deseos y necesidades, por satisfacer los de alguien más, o los de otras personas en general; en ocasiones sobrepasando incluso el punto de equilibrio entre el egoísmo, y el amor propio.
El segundo mandamiento de la religión católica dice: "amarás a tu prójimo como a tí mismo." (Mateo 22:36-40 Reina-Valera 1960) No más, pero tampoco menos.
¿Cuántas veces nos quedamos sin comer, o sin dormir, o lo hacemos en pésimos horarios y condiciones? Todo por conservar un trabajo que es el medio de subsistencia, o por ganarnos unos cuantos pesos extra, o bien el reconocimiento, la atención o el aplauso, para alimentar el ego. Todo ello muchas veces, a costa de nuestra salud, generando elevados niveles de estrés y ansiedad.
Disminuir los niveles de estrés en un mundo convulsionado, es una labor titánica, pero es también un reto que debemos aprender a afrontar. A veces, vivir con estrés parecería algo natural, y en cierta forma, hasta cómodo, pero es un cáncer o veneno que va desgastando y agotando poco a poco nuestras fuerzas vitales.
En este mundo hay en realidad muy pocas experiencias placenteras. La mayoría de las que ofrece la moderna sociedad de consumo, son simples adormecimientos del ser. La música, la comida, el sexo, la diversión, o el alcohol ayudan a evadir la realidad, pero en exceso, llegan a dañar la salud.
Sería ideal que las personas nos preocupáramos más por nosotros mismos. Atender por ejemplo las necesidades primarias de subsistencia, mejorar los hábitos alimenticios y de sueño.
También cuidar de nuestras emociones, nuestras relaciones, nuestro entorno. Poner atención a lo que nos ayuda y a lo que nos afecta. A lo que nos hace bien y mal (siempre lo sabemos, pero frecuentemente preferimos ignorarlo).
Nuestro cuerpo es el cascarón "desechable" que utilizamos para viajar en esta experiencia de vida. Pero no estamos aquí para disfrutar el placer de los sentidos, sino para darle sentido a la existencia.
Así es que debemos cuidar nuestro "vehículo" (en algunas culturas, se concibe al cuerpo humano como un "templo" digno de veneración y respeto). De otra forma, la experiencia de la vida no será la misma.
Flor de Loto: El primer deber del ser humano, es el autocuidado.