Desde que en el 2000 ascendió a jefe de gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador empezó a ser visto como potencial candidato a la presidencia de la República, a tal punto que el gobierno en turno intentó anularlo para la competencia en el 2006. Consiguió quitarle el fuero como gobernante, pero no fue suficiente para reprimir sus aspiraciones.
Se convirtió en candidato natural de la izquierda a la presidencia por tres ocasiones. En el segundo intento, Marcelo Ebrard trató sin éxito ganarle la nominación. La tercera fue la vencida. 30 millones de votos le dieron el triunfo en el 2018.
López Obrador creó su propia plataforma, constituyó Morena. Alcanzó tal popularidad que su imagen también le dio la mayoría en el poder legislativo a su partido. Quienes llegaron a las cámaras le deben la curul o el escaño, los jaló el éxito de su líder.
Para las recientes elecciones, la renovación de la Cámara de Diputados, quedó claro que la aceptación que conserva, mantuvo la mayoría en el recinto de San Lázaro. No fue casual que el dirigente nacional Mario Delgado incluyera el “ya sabes quien” en su llamado al voto, para recordarle a la sociedad la cabeza del proyecto.
Sigue siendo el principal activo de Morena y así será hasta el 2024. Lo que haga o deje de hacer, el saldo de gobierno, será determinante en el resultado de las próximas elecciones presidenciales, sea quien sea el seleccionado como candidato o candidata.
Ni duda cabe que su opinión influirá en el proceso interno de su partido. El “fiel de la balanza” como le llamó alguna vez Roberto Casillas, quien fuera secretario particular de José López Portillo. Nadie mejor que el presidente para conocer a cada uno de sus colaboradores.
Hay más de un apuntado para el 2024. Incluso el propio mandatario ha presumido de la variedad de posibilidades, a diferencia de lo que sucede en la oposición, carente de figuras. Hasta ahora los opositores solo tienen a la vista a Ricardo Anaya y Alejandro Moreno.
En el caso de Morena nadie podría dar por hecho que el candidato está entre los que han sido mencionados. De alguna manera, unos más que otros, sufren desgaste del ejercicio en la función pública. Cuentan sus aciertos y desaciertos. Es evidente el sube y baja de sus bonos.
Por el papel inevitable que le tocaría jugar al presidente en este proceso, porque resultaría demasiado riesgoso dejarle toda la responsabilidad a un partido que no termina de cuajar ni unificarse, no sería disparatado suponer que el afortunado todavía no entra al gabinete.
Lógico que haya cambios en el primer equipo. El presidente buscaría gente que le ayude a cerrar fuerte el sexenio, lo que abriría más el abanico de aspirantes. Los ansiosos deberán de esperar otro tiempo antes de cerrar la lista.
Al que le gusta jugar el beisbol, sabe que en este momento no hay nada para nadie. Apenas vamos a llegar a la quinta entrada. La séptima es la fatídica y en la novena, en tanto no caiga el último out, todo puede suceder. Un jonrón inesperado o un ponche demoledor.
El manager tiene todas las cartas en sus manos. Según vaya el juego, sugeriría quien debe asumir la responsabilidad para tratar de ganar el siguiente sexenio. Sin duda, el resultado dependerá en mucho del saldo que arroje la actual administración.
vite10@hotmail.com
@zarateaz1
@arturozarate.com