A nadie debería sorprender que Claudia Sheinbaum lleve amplia ventaja en las encuestas y a menos de tres meses de las elecciones pareciera una victoria cantada para la candidata de Morena, PT y Verde Ecologista.¿Y por qué a nadie debe de sorprender esa ventaja?
Claudia empezó la carrera por la presidencia mucho antes que su principal adversaria. Ya llevaba dos vueltas a la pista cuando Xóchitl Gálvez todavía deshojaba la margarita para decidir si peleaba la jefatura de gobierno de la Ciudad de México (su sueño) o si aceptaba buscar vivir en Palacio Nacional. Tardó en arrancar y mucho más en armar su equipo.
Ante la desventaja en las encuestas, lo simple y cómodo es intentar desacreditarlas y decir que son pagadas, lo que es cierto, porque ninguna encuestadora hace su trabajo gratis.
Quizás, una o dos, podrían prestarse a la manipulación, pero ¿todas? No es creíble. Es indiscutible la superioridad de Claudia en las cifras. ¿Definitivas? No. Falta que todavía vaya la gente a votar el 2 de junio, así que quien va adelante no se puede ni debe descuidar ni celebrar antes del día de la elección y la que va atrás se equivocaría si se rinde por anticipado.
Hay medios que se ahorran el pago de encuestadores, prefieren retomar y difundir las que hacen otras empresas de comunicación, nada más que son selectivos y parciales al seleccionar las que coinciden con sus preferencias o son hechas por quienes juzgan altamente calificados. Por supuesto que sus lectores, radioescuchas o televidentes se dan cuenta, no se chupan el dedo.
Cierto, las encuestas, como dicen los propios encuestadores, son una fotografía del momento en que fue tomada. Las cifras solo responden por el periodo que se utilizó para consultar ciudadanos y ciudadanas.
El punto es que cuando le dan mucha ventaja a una de las participantes y queda poco tiempo para la elección, se acercan a la realidad venidera y es el caso en la contienda presidencial.
Donde la moneda está en el aire es en el poder legislativo, porque los candidatos y candidatas están arrancando al mismo tiempo, tanto para la Cámara de Diputados como para el Senado. Morena quiere la mayoría calificada y la oposición conservar su papel de contrapeso. A diferencia de 2018, cuando a los aspirantes de Morena favoreció la popularidad de su candidato presidencial, construida en más de 12 años, esta vez tienen que ponerse a trabajar si quieren obtener un asiento en las cámaras.
El llamado plan C que abandera el partido en el poder y que no es otra cosa que su paquete de iniciativas legislativas, los candidatos y candidatas deberán conseguir permeen a todos los rincones del país, si quieren arrasar como pretenden Claudia y el presidente saliente.
Por lo que se refiere a la disputa de nueve gubernaturas, hay tres estados que la oposición va a querer conservar y hará todo lo que está a su alcance para lograrlo: Guanajuato, Yucatán y Jalisco. Las dos primeras pintadas de azul y la tercera de color naranja. Las otras seis están gobernadas por Morena y las encuestas están a su favor.
Si consideramos alcaldías, regidurías y diputaciones locales, más de 19 mil cargos públicos van a estar en juego, así que todos los partidos alcanzarían un pedazo de pastel.
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