Columnas
Cada 25 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos, una de las páginas más oscuras de la historia humana. Millones de personas fueron despojadas de su libertad, sometidas a tratos inhumanos y forzadas a trabajar en condiciones atroces durante siglos. Si bien hoy la esclavitud en su forma más tradicional ha sido abolida, aún persisten formas modernas de explotación laboral que nos obligan a reflexionar sobre la dignidad de los trabajadores en el presente.
En este contexto, en México se ha dado un pequeño, pero significativo paso hacia la mejora de las condiciones laborales: la reforma conocida como la “ley silla”, una modificación a la Ley Federal del Trabajo que obliga a los empleadores a proporcionar asientos con respaldo a sus trabajadores. Aunque en apariencia pueda parecer una medida menor, esta reforma simboliza un reconocimiento a la dignidad laboral, al derecho a desempeñar un empleo en condiciones humanas y al respeto por el bienestar de quienes sostienen la economía con su esfuerzo diario.
Es imposible no ver el contraste entre el pasado y el presente. Durante la trata transatlántica, millones de personas fueron obligadas a trabajar en los campos de cultivo, en las minas o en los hogares de sus dueños sin descanso, sin salario y sin derechos. Su agotamiento, su sufrimiento y su muerte fueron considerados simples costos de producción en un sistema deshumanizante. Hoy, aunque hemos avanzado, la explotación sigue presente en muchas industrias. Jornadas extenuantes, condiciones inadecuadas, salarios insuficientes y la falta de garantías mínimas como el derecho a un asiento adecuado son recordatorios de que la lucha por la dignidad laboral está lejos de terminar.
La “ley silla” es un ejemplo de cómo, en pleno siglo XXI, seguimos peleando por derechos laborales que deberían ser incuestionables. Si bien no es una medida que transforme radicalmente la realidad de todos los trabajadores, sí representa un paso en la dirección correcta: la de construir entornos laborales más justos, más humanos y más alejados de cualquier vestigio de esclavitud moderna.
Recordar a las víctimas de la trata transatlántica no es un mero ejercicio de memoria histórica, sino un llamado a la acción. Nos obliga a mirar con atención las formas actuales de explotación y a comprometernos con erradicarlas. La lucha por la justicia laboral no termina con la abolición de la esclavitud; continúa en cada reforma, en cada derecho conquistado, en cada espacio de trabajo donde la dignidad humana se respeta y se protege. Porque al final del día, una silla con respaldo no solo es un objeto, sino un símbolo de que aún estamos trabajando por un mundo más justo.
¿Tienes al menos donde sentarte en tu lugar de trabajo? Me interesa tu opinión, escríbeme en redes sociales, estoy como @federicoreyestv