Columnas
Después del 2 de junio, los presidentes nacionales del PRI y PAN, Alejandro Moreno y Marko Cortés, más allá de mostrar actitudes que demuestren a unos dirigentes que asumen con responsabilidad que los malos resultados obtenidos, en gran parte, si no es que toda, se debe a que ellos no tuvieron la capacidad de dar rumbo y confianza ni a la gente de sus propios partidos.
En otros tiempos los dirigentes nacionales de los partidos políticos, al perder un proceso electoral, por vergüenza y dignidad renunciaban, es más unos desde antes, planteaban que, si no obtenían los resultados deseados, se iban. Sin embargo, Moreno y Cortés desde que se enteraron de los resultados preliminares que le daban el triunfo total a Morena, descartaron abandonar sus cargos.
Estos personajes, como otros tantos de la política mexicana, son ejemplo de lo que, el neurólogo David Owen en su libro “En la enfermedad y en el poder: la enfermedad en los jefes de gobierno durante los últimos 100 años”, al observar el comportamiento y perfil psicológico de presidentes de todo el mundo y de diferentes épocas, definió como el “Síndrome de Hubris”, concepto que utilizó para definir a todos aquellos gobernantes, políticos, empresarios o directivos, que al llegar a un cargo donde pueden ejercer el poder, un espíritu de grandeza y superioridad los envuelve de tal manera, que ya no les permite escuchar, ver o sentir a los demás, asumiendo, que llevan consigo la razón, por lo que a este síndrome, también se le conoce como “la enfermedad del poder”.
La palabra hubris o hybris, de origen griego, significa orgullo, presunción o arrogancia. Los griegos utilizaban este término para hablar del comportamiento humano caracterizado por una arrogancia desafiante frente a los dioses, por una ambición desmesurada que, temeraria e insolentemente, cree que puede obtener mucho más que aquello que el destino le permite.
Razón por la que David Owen, no dudo en utilizar esta palabra al observar los cambios psicológicos y bioquímicos que el poder produce en las personas que lo ostentan, y por lo que, en 2009, acompañado del psiquiatra Jonathan Davidson propuso que el Síndrome de Hubris fuera contemplado como un nuevo trastorno psiquiátrico, que se da con mayor frecuencia e impacto en las personas que ya de por sí son narcisistas, aunque también plantea que este puede ser reversible en personas consideradas “sanas”.
David Owen explica que quienes padecen el Síndrome de Hubris, hacen lo que sea necesario por permanecer en su estatus y no perder su puesto de ninguna manera, distorsionan leyes, rompen reglas morales y éticas, para conseguir su objetivo y el reconocimiento de los demás, de los que espera que le respeten o que le teman, asimismo, no le importa despreciar y ser incluso despiadado con quien considera son un obstáculo en su plan, lo que hace argumentando,que espor el bien común.
Lo que Owen plantea, explica las reformas al estatuto del PRI, impulsadas por Alejandro Moreno, para colocarle alfombra roja y su tránsito hacia su reelección como líder nacional hasta por 8 años, sea suave y tranquila, además que le otorgan el poder absoluto para designar a los coordinadores parlamentarios en los congresos federal y estatales, además que ha amenazado con expulsar a quienes cuestionan sus acciones y decisiones.
Alejandro Moreno, Marko Cortés, entre otros muchos que no menciono porque no tengo espacio suficiente en esta columna, son ejemplo de lo que es tener poder y “disfrutar” de lo que se hace con poder, demostrando que, “El poder no corrompe, solo muestra lo que realmente son las personas”.
ROSALIA ZEFERINO SALGADO
Asesora en Comunicación Estratégica
e Imagen Pública