Columnas
‘¿Es usted padre de familia, maestro, obrero o simple ciudadano? A sus hijos, a sus alumnos o a sus amigos dígales siempre que deben aspirar a dos cosas: la honradez y el trabajo. Lo demás les será dado por añadidura’, se dice en la contraportada del primer número de la revista El Maestro, aparecida en abril de 1921.
En el número 3, de junio del mismo año, aparece esta otra consigna: ‘Pensamos que en el año en que México alcanza un siglo de vida independiente, es buen signo la existencia de una revista que se redacta sin prejuicios, se reparte gratis y circula hasta en el más humilde municipio. “EL MAESTRO” es, sin duda, un dato halagüeño en el balance de los cien años de autonomía de la República’, y en el 4to. número (julio de 1921) aparece por su parte, a su vez, esta otra: ‘Cada uno de los habitantes de un país es una célula de su vida que no puede permanecer inactiva. La evolución individual traerá consigo el engrandecimiento de la Patria. Dediquemos una parte de nuestro tiempo a educarnos y a educar a nuestros allegados, teniendo en cuenta que toda enseñanza es de utilidad en la vida práctica’.
Esta revista, que tuvo ciertamente una vida efímera al haber circulado solamente de 1921 a 1923, fue otra de las extraordinarias iniciativas de José Vasconcelos cuando capitaneó la edificación de la Secretaría de Educación Pública.
Se trató de un proyecto sumamente interesante imposible de ser concebida tal vez en nuestros días, pues lo que buscaba con ella Vasconcelos era generar un instrumento masivo a ser distribuido por todo el país con una selección de saberes de carácter universal, haciendo de ella, por tanto, una revista de escala filosófica sin que necesariamente hay sido una revista “de filosofía” en sentido estricto, como sí lo fue por ejemplo Revista de Occidente de José Ortega y Gasset (que por cierto nace por esos años también, en 1923).
El Maestro estaba pensada para todo el público, en efecto, pero con la finalidad de animar, despertar y cultivar la universalidad de intereses característico tanto de la sabiduría platónica (para quien el filósofo es aquél que no puede saberlo todo, pero que tampoco puede ignorarlo todo sino que está entre la ignorancia absoluta y la sabiduría absoluta) como de la sabiduría estoica (imperturbabilidad del alma, intereses universales y ausencia total de vanidad), y que como bien dice José Joaquín Blanco (Se llamaba Vasconcelos, 1977) estaba pensada como una “revista total”, efectivamente, tratando de una cantidad sorprendente y amplia de temas, de todos los temas: ‘teorías económicas de Henry George, nociones de comunismo (por Henri Barbusse), clases de dibujo, natación, geometría, trigonometría, baile, lechería. Conocimientos modernos de geología, geografía, arte nacional, agricultura, ganadería, fertilizantes, alimentación racional, vegetarianismo, lecciones de higiene. Orientación sindical, historia del trabajo, teoría de la relatividad, flores y juegos, cuentos para niños, juegos de ilusión óptica, sugerencias para el mejor cultivo del garbanzo. Historia y geografía de los países latinoamericanos… Fisiología del gusto. Los daños del alcoholismo. Reforma agraria, importancia del buen humor, ventilación del hogar e higiene del vestido, filosofía, economía, arqueología, antropología americana; respiración indostana, importancia del baño diario, gimnasia, primeros auxilios, los hombres célebres ante los niños. Todo un curso de historia universal, por entregas: escitas, caldeos, egipcios, hebreros, griegos, persas, hindúes, romanos, etcétera. Indigenismo y europeización. Excursionismo…’.
El subtítulo era Revista de Cultural Nacional, y estuvo dirigida por Enrique Monteverde y Agustín Loera y Chávez, habiendo quedado en manos del primero durante su último año de existencia, 1923.
Aunque fue efímera su vida, no es imposible que pueda renacer cien años después.