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El miedo al déja vu anticorrupción

El miedo al déja vu anticorrupción

Columnas martes 24 de diciembre de 2019 -

Después de tres décadas de estudiar la corrupción en México, ahora sufro una fobia al deja vu. Durante este tiempo, he analizado múltiples esfuerzos para abatir a la corrupción: cambios normativos, investigaciones, escándalos y el encarcelamiento de peces gordos, la retórica y promesas de los presidentes y otros oficiales, cambios institucionales incluso la creación de nuevas programas e instituciones autónomas para fiscalizar al gobierno, la explosión de interés y creación de órganos de la sociedad civil dedicada a la anticorrupción. Por ello, hoy no solo tengo la sensación de lo que está ocurriendo ya lo hemos vivido antes, sino el miedo que lo volveremos a vivir en el futuro.

Por un lado, el pasado nos ha mostrado que, a pesar de la atención, las promesas y las reformas, la corrupción persiste – el gatopardismo –. Claro que ha habido cambios en cuanto a los patrones, las formas y la complejidad, pero al final de cuentas México sigue padeciendo el flagelo de la corrupción de hace años. Hoy con otra serie de estrategias e iniciativas para combatir la corrupción – de la 4T – nos quedamos con la misma cuestión que me he preguntado en días anteriores: ¿El combate a la corrupción continuará con este patrón histórico de “simulación” o ya terminó?

Para contestar no basta analizar lo nuevo, sino también preguntarnos cómo podemos explicar la persistencia de la corrupción a pesar de todos los esfuerzos y cambios del pasado. Sin mucho detalle, hay tres conclusiones posibles: i) que las reformas no eran las correctas porque no entendieron el fenómeno de la corrupción o fueron las correctas, pero simplemente insuficientes; ii) que las reformas fracasaron porque fueron parte de una simulación – en realidad los oficiales no querían acabar con la corrupción – es decir, hubo falta de voluntad política; o iii) que los cambios y reformas si tuvieron efecto, pero la corrupción se adaptaba a los cambios políticos y sobrevive, lo cual implica que las reformas atacaban a los síntomas de la corrupción pero no sus causas más arraigadas. Mi fobia es que cualquiera de estas tres razones sigue siendo válida.

Como todas las fobias, este miedo no es racional. Es irracional porque reconozco que la situación actual es totalmente diferente – al menos, así parece –. No solo por la gran honestidad del presidente López Obrador y el compromiso del gobierno de la 4T, sino también porque la sociedad ya está harta de la corrupción, hay un Sistema Nacional de la Anticorrupción (SNA), hay mayor transparencia, hay organizaciones de la sociedad civil dedicadas a exigir la rendición de cuentas y hay gente dentro y fuera del gobierno con una gran capacidad para medir, analizar y abatir la corrupción.

Pero seguramente muchos pensaban igual en el pasado: que aquella situación era diferente. Las reformas del pasado se amparaban en las recomendaciones y el apoyo de las organizaciones internacionales y nacionales y los corruptólogos: la ciencia de la anticorrupción del día. Si todo fuera pura simulación, entonces sugiere que la gente encargada de la lucha contra la corrupción y los autores de los cambios nos mentían. Esto me parece difícil creer, pero también lo es que ya me han engañado antes (a mí sí me entusiasmó la Renovación Moral de la Sociedad del Presidente De la Madrid y el programa anticorrupción del presidente Fox después de la derrotar al PRI). Y por ello, tengo ciertas reservas de que ahora con más cercanía personal al gobierno de la 4T, soy testigo de algo que no pude ver de cerca en los esfuerzos que se dieron con anterioridad.

Quizá es cuestión de voluntad política. Mientras en el pasado no lo hubo, ahora soy testigo de que si la hay. Pero el problema de la voluntad política, como de la simulación, es que no nos damos cuenta de sus fallas hasta después. Es decir, la voluntad política se explica después de los hechos, no durante, y solo se define por el resultado que buscamos explicar.

Después de la elección de 1988, muchos como yo predecimos un cambio fundamental en México, pero a los pocos años Carlos Salinas recupero y fortaleció el sistema autoritario, entregando el poder a su (segundo) destapado, Ernesto Zedillo. Frustrada mi predicción, escribí un libro (Political Reformism in Mexico, Lynne Rienner Press, 1995) en donde (me) expliqué los factores que históricamente utilizaba el PRI-gobierno para enfrentar y sobrevivir a las crisis políticas. No solo la de 1988, si no de muchos crises anteriores – momentos que también fueron anunciados por analistas como la hora del cambio inevitable y fundamental del sistema político mexicano, pero al igual que yo, erraron. Años más tarde, en el histórico 2000, mi predicción anterior de que el PRI tuviera este don para sobrevivir a la crisis política de la transición y proteger el sistema se mostró equivocada otra vez (aunque si, por fin, adivine bien cuando predije que Peña Nieto no iba a poder imponer el viejo sistema autoritario del PRI-gobierno, aunque si lo iba a intentar).

Toda esta confesión simplemente para decir que me he equivocado antes, que me han engañado antes, y a lo mejor, volveré a caer. A pesar de que todo mi análisis y experiencia sugiere que este momento si es diferente y por lo tanto el resultado será distinto: que AMLO, gente con gran capacidad y conocimiento de la corrupción como la Secretaria de la Función Pública y su gran equipo, gente de INAI, el director de UIF, gente de la sociedad civil, entre otros – los verdaderos guerreros de la anticorrupción – si son diferentes y que en esta ocasión la lucha contra la corrupción no será una mera simulación; de que esta vez sí hay voluntad política, que esta vez sí va a haber cambios y el sexenio caminará hacia una reducción verdadera en la corrupción y la creación de un movimiento hacia mayor rendición de cuentas y estado de derecho. Pero, a lo mejor esto es solo un sueño: una conclusión motivada más por la emoción, las amistades, y la esperanza que del conocimiento, entendimiento y análisis claro. Por esto tengo tanto miedo al deja vu, y que vuelvo a vivir en este momento en el futuro y que mi fobia, como la corrupción en México, persistirá.

Stephen D. Morris. Investigador y Coordinador del Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y Transparencia, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM y miembro de Integridad Ciudadana A.C. @sdmorris4 @Integridad_AC

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