Fabiola Sierra
En medicina existe un término denominado “hipoxia silenciosa” o “hipoxia feliz”, éste se encuentra relacionado con personas afectadas por enfermedades respiratorias que pueden tener daño pulmonar y no saberlo.
Básicamente, la hipoxia feliz es cuando un paciente con coronavirus presenta niveles de oxígeno extremadamente bajos y amenaza la vida, pero sin signos de disnea; es decir, no hay dificultades para respirar, de ahí la forma sarcástica de llamarla. En pacientes normales, los niveles de oxigenación en la sangre del 50% causarían pérdida de conciencia, cansancio, dolor o dificultad para respirar; sin embargo, en los pacientes con hipoxia feliz, no tendría ningún síntoma, complicando más el cuadro médico que puede llevar a la muerte.
Si México fuera un paciente, algo similar podríamos pensar respecto a la actual situación económica y social. Para el tercer trimestre del año, se reportó un decrecimiento del PIB de 8.6% a tasa anual, que contrasta con el -18.7% del trimestre previo con expectativas nada alentadoras para el cierre del año y para 2021. Frente al fuerte declive de la oferta y la demanda agregada, se requiere mucho más que un gobierno cruzado de brazos para dar impulso a una rápida recuperación de la producción y el empleo.
Desde el inicio del primer confinamiento, la inflación se ha acelerado, pasó de 2.2% en abril a 3.2% en la primera quincena de diciembre. Se trata de una inflación vía costos y no vía demanda, que refleja el impacto del alza en el tipo de cambio y el precio de los energéticos a lo largo del año.
En términos de empleo, hemos tenido un alivio muy gradual en la enorme pérdida, que hoy suman 369,890 trabajadores en el sector formal menos que en el año anterior; 44.5% de la población no puede adquirir la canasta básica con los ingresos de su hogar, en términos de productividad la tasa de crecimiento al tercer trimestre es de -6.4%. Hay fuertes presiones en las finanzas del gobierno con un incremento del 12.5% en la deuda pública y estamos en el lugar 53 de 63 países en el índice mundial de competitividad.
Estos indicadores me hacen pensar que el enfermo llamado “México”, no tiene mucha estabilidad en sus marcadores económicos, aunque la población parece no sentirlo, según nos muestran todas las encuestas de aceptación del presidente.
Como sucede con la hipoxia feliz, cuando la gente note que tiene severos problemas para salir adelante, cuando el gobierno se dé cuenta que las políticas públicas contra cíclicas eran necesarias para sortear la crisis producida por la pandemia, nuestra economía estará peligrosamente enferma y el daño ya habrá ocurrido. No sólo los pulmones de nuestra economía estarán gravemente devastados, sino que también la falta de oxígeno pudo haber comprometido otros órganos de nuestra nación, como el corazón de las instituciones, los riñones de la autonomía y el cerebro de la democracia.