Famosas fueron las intromisiones de la esposa del Presidente Nicolás Ceaucescu, en varios de los órdenes de gobierno, aludiendo a su condición de licenciada en Química, a la que los siervos de la propaganda comunista, le prepararon toda una carpeta de méritos obtenidos de maneras por demás oscuras, no solamente lo dudoso de su licenciatura, sino también su Maestría realizada a puerta cerrada.
Sofía Ceaucescu, envalentonada por el poder del marido, se creía con las facultades para opinar de todo, lo mismo ciencias, a través de artículos científicos donde la mencionaban a ella, sin haber jamás participado en su investigación, o en las artes y las letras que tal parece le hacían realmente creerse el cuento de ser una especie de Musa, que consagraba sus mejores ideas hacia el culto personalista de su esposo, que en la cumbre de su poder, obligó a que sus gloriosas aventuras durante la Segunda Guerra Mundial y el golpe de estado comunista en 1947, se le consagrara como una especie de Padre de la Patria rumana.
Es muy fácil que el poder dañe el sentido de realidad del pensamiento del poderoso, que no sabe bien a bien distinguir hasta donde son sus méritos, y hasta dónde la propaganda o las estratagemas que pretendan concederle una mayor legitimidad en el poder, cuestión cultivada por montones de sujetos serviles que, a cambio de alguna migaja, están dispuestos a la abyección.
Sofía Ceaucescu, la autoproclamada patrona de las ciencias y las artes que no se sabe si concluyó algo más que el quinto semestre de su licenciatura. Llegando a ser Vice Ministra de una Rumanía empobrecida durante todo el período comunista, participó en cuanto proyecto educativo que contribuyera a la romantización de su ideología, persiguiendo a cualquier crítico, utilizando a la policía secreta –Securitate- para acorralar, e incluso asesinar en el extranjero a intelectuales opositores de los que se burlaba con la misma crudeza que años después, cuando la farsa del comunismo finalmente cayó por inanición, lo harían con ella.
La incapacidad de superar las contradicciones no de un modelo de producción, sino de una antropología más miserable de lo que muchas teorías dirían, ya que el tan despreciado egoísmo con el que siempre reclaman los comunistas a los liberales, fue presa de Sofía y su marido, juzgados en un proceso transmitido en vivo por la televisión rumana, bajo los execrables delitos de enriquecimiento y genocidio –matanza de Timisoara-, pero de lo que realmente estaba harto ese pueblo del que se dijeron portavoces, era de la odiosa intromisión de la pareja dictatorial
en la vida pública rumana. La dosis de demagogia tiene un límite: es cuando el despotismo y el abuso hartan a una sociedad, pateando a su amado líder y a su chismosa esposa.