Luis Monteagudo
Es común escuchar la supuesta inservibilidad de la filosofía. De comprender a este legado milenario, como una antiguedad más que ha sido incapáz de adaptarse a los intereses de la sociedad moderna, y si acaso, se le reconoce como una exquisites propia de extraños sujetos, como su servidor. La disciplina filosófica, contemporáneamente, parece no lograr hacerse eco entre una comunidad que aún siendo universitaria, simplemente ha sido privada de transmitirse en muchos planes de estudio, de diversas disciplinas, menospreciándola en buena medida por ignorancia, o bien, por las características de su lenguaje -o por qué no es monetizable, supuestamente-.
El lenguaje filosófico, efectivamente, alcanza un nivel de profundidad que lo limita a la comunidad que lo estudia, como tiende a ocurrir con las diversas disciplinas a partir de la división social del trabajo, que fracturó el conocimiento como totalidad para convertirlo o en super especialidad o en técnica -cosas de las que no hablaremos aquí-. La particularidad de la filosofía es que nació miles años antes de la super especialidad, y que si bien es técnica -y seguramente, ella creó a la técnica como lo podemos observar en la propia rigurosidad argumentativa, a través de la lógica-, es más que un conjunto de reglas. La filosofía es una forma de vida que inicia al pensamiento a reflexionar críticamente sobre diversas cosas de la vida, pues todo es sujeto de reflexión, o así debería ser.
Contemporáneamente el pensamiento crítico -que es filosofía, y no otra cosa-, parece reducido a un sector académico y a una porción culta de la opinión pública, pero poco permeable en la vida cotidiana del ciudadano promedio, con una pérdida de rigurosidad vital que sirve para moldear a una persona dotada de recursos para vivir en una sociedad plural, con millones de preocupaciones y retos, como los que implican carecer de crítica para juzgar hechos tan fundamentales como la vida política. La filosofía no es impedimento, sino potencializador para cualquier acción de vida, incluyendo la laboral en lo que sea.
Me fue grato observar en mi el grupo de diseño de mi querida Universidad, que con mi grupo de estudiantes, se utilizaron las redes sociales para generar, a través del poder de la imagen, un recurso riquísimo para traducir nociones complejas, de la misma manera que siempre las artes generaron para influir en la conciencias de sus tiempos -pienso en el teatro clásico griego, por ejemplo-. Tik-Tok e Instagram fueron transformados en recursos de transmisión de la información llegando a muy jóvenes de manera apasionada. Los recursos bien utilizados, pueden generar maravillas, y alumbrar donde quizá lo oscuridad radique. Marco Aurelio y Platón, expuestos en las redes, resultaron hacer acequible lo más profundo de la reflexión humana. Gran trabajo del grupo de diseño.