Una vez consolidados en el poder, los populistas autoritarios son huesos muy duros de roer y desbancarlos por la vía de las urnas es extremadamente difícil, incluso aunque las condiciones políticas y económicas los tengan entre la espada y la pared. Erdogan acaba de enfrentar la primera vuelta electoral con su país enfrentando una severa crisis económica y su gestión de los catastróficos terremotos de febrero (más de cincuenta mil muertes) ha sido ampliamente criticada. A pesar de todo, y de haber exhibido durante meses una desventaja ante su principal rival en las encuestas de hasta cinco puntos porcentuales, el presidente apenas quedo por debajo bajo del 50 por ciento de la votación y aunque deberá enfrentar una segunda vuelta el 28 de mayo muy poco permite pensar en su derrota.
Erdogan ha aplicado muy puntualmente el manual del populista. Ha convertido al sistema político turco en un régimen hiperpresidencialista donde se ha diluido la división de poderes y los jueces del Consejo Electoral Supremo son incondicionales del partido en el gobierno. Se ha erosionado el imperio de la ley, limitado notablemente el ejercicio de los derechos y libertades fundamentales y el presidente dispone a placer de los recursos estatales para desarrollar redes clientelares y limitar las voces disidentes tanto en el ámbito mediático como en el político. Un sistema de apoyos sociales canalizado no por instituciones estatales sino por organizaciones pararreligiosas y personalidades afines al partido gobernante ha diluido el concepto de derechos sociales asociado a las obligaciones naturales del Estado para fomentar clientelismo y favoritismo.
La oposición empezó a despertar y adoptó una tendencia a la unidad tras mucho tiempo de fragmentación. La primera fuerza opositora (el Partido Republicano del Pueblo) y cinco formaciones más postularon a un único candidato, el honesto -pero poco carismático- Kemal Kiliçdaroglu. Este bloque uso un tono conciliador y cercano con la gente, contrastante con el discurso polarizador y del miedo de Erdogan. Se pretende recuperar parte del voto rural y popular evitando una confrontación directa con el presidente. La estrategia empezó a ser exitosa. En 2019 llevó a la oposición a obtener importantes triunfos en los comicios municipales.
Sin embargo, en la elección del pasado domingo la oposición no pudo garantizar la seguridad del proceso electoral. Tuvo muchas dificultades en el control y seguimiento de las boletas. También se verificaron infinidad de problemas en la inscripción de cientos de miles de votantes desplazados tras el terremoto. Estos factores, aunados al dominio del aparato estatal, tienen a Erdogan a punto de conseguir un nuevo refrendo y, quizá, como afirma la periodista turca Ece Temelkuran, si ello sucede “El país se volverá, ahora sí, inhabitable no solo para los desobedientes como yo sino para cualquiera lo suficientemente insumiso”.