Las ideas son prisioneras de las palabras, para difundirlas o reprimirlas, la palabra es la celda o el cerrojo libertario. La manipulación de las ideas, arma contemporánea, aunque no del todo moderna, ocurre a través de diferentes formas siendo la principal, las palabras.
En México los medios más antiguos no sólo trataron de uniformar las ideas, como en un régimen totalitario, sino que intentaban crear el monopolio de las ideas, donde la verdad era secreto de estado y la especulación volaba como moneda corriente en los medios. La sociedad entre medios y gobierno no sólo fusionaba propaganda e información sino que imponía interpretaciones de la realidad a través de los autodenominados líderes de opinión, quienes, como sacerdotes de una religión mostraban a los buenos y los malos, sin opción a que los ciudadanos escogieran.
Omitir la verdad es una especie de mentira disfrazada de silencio, de huecos informáticos, de puntos negros en las líneas ágata. Los hechos fueron presentados, por muchos años, como hongos, que surgían e la tierra espontáneamente sin origen ni consecuencias. Siempre sucesos aislados sin causa ni efecto. La información se difundía como un hongo que la humedad provoca y nada más.
Presentar un hecho, principalmente político, se convirtió en norma de información que terminó por volverse género periodístico, una enfermedad peor que una pandemia. La tendencia a favorecer un solo aspecto de las noticias, diferenciando a los malos de los buenos, trató de crear una pereza informativa en la sociedad, que tuvo su ejemplo más claro en los noticieros televisivos. Así, la noticia por impactante que fuera era un hecho consumado que no implicaba la movilidad del espectador que se hallaba en la sala de su casa, viendo el gran espectáculo de la realidad. La sociedad tenía dos alternativas de participación respecto a la información: aplaudir o deprimirse.
Los buenos y los malos tenían subdivisiones que no eran más que círculos retóricos de la misma idea. De esta manera estaban los necios y los hábiles, los poderosos y los siervos, los que ordenaban y los que obedecen, los inconformes y los que poseen la razón.
Con estas herramientas convertidas en misiles informativos, los medios no se convirtieron en trinchera de la verdad sino en una ofensiva de quienes mueven sus hilos, los que inducen la bondad de la maldad, los que tienen intereses poderosos que defender a través de la información que coloca al país al borde del desastre, ya sea por cuestiones económicas, naturales, políticas, climáticas, militares, violentas.
Qué mejor distractor de la realidad que colocarle a cada situación un conflicto y un peligro mortal, apocalíptico. Así ocurre en los medios todavía, dentro de un estilo de manipulación donde las ideas se encuentran no sólo escondidas sino secuestradas por las palabras y los medios.