La detención de los presuntos homicidas de Fátima, la menor asesinada en Xochimilco es, sin duda, un éxito para la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, pero habrá que esperar a conocer los resultados completos de las investigaciones, el proceso y la eventual sentencia que se dicte contra los involucrados en el caso, pero ¿ello será suficiente para devolver la tranquilidad a los capitalinos y, en general a los mexicanos? Lamentablemente es difícil que esto último suceda.
Desde hace años, una de las demandas más escuchadas en nuestro país gira en torno a la seguridad pública, y digo “en torno” porque no se trata solo de la posibilidad de que podamos volver a salir a las calles sin la angustia de ser víctimas de cualquier hecho delictivo, sino de la convicción de que todos cuantos cometen conductas antisociales reciban el castigo que merecen, es decir, que podamos decir convencidos que hemos vencido a la gran aliada de la delincuencia, que es la impunidad.
En el momento en que vivimos, y hemos vivido a lo largo de las tres últimas décadas, a nadie sorprende saber que todo tipo de delincuentes logran sustraerse a la acción de la justicia por vacíos legales, acciones erráticas cometidas por los cuerpos de seguridad pública, la corrupción o el mal comportamiento de algunos jueces, lo que se traduce en impunidad, fenómeno tan lacerante como la inseguridad misma.
Al no recibir el castigo que las leyes contemplan, y los ciudadanos exigimos, quienes debieran impartir justicia abren la puerta a un círculo vicioso donde quienes cometen un acto ilícito sin tener que pagar por ello volverán a delinquir, como también lo harán quienes saben que difícilmente deberán comparecer ante un juzgado o, lo peor, los ciudadanos veremos reforzada nuestra desconfianza hacia las autoridades.
La impunidad es solo uno más de los elementos que integran el clima de violencia en que vivimos, que lo mismo se manifiestan en los miles de asesinatos y desapariciones, feminicidios, secuestros, violaciones, robos, actos de corrupción y muchos más de los que día a día nos enteramos,
Ernestina Godoy, fiscal general de Justicia capitalina, logró en pocos días buenos resultados en el caso de Fátima, pero hablamos de una gota cuando se requiere de un mar de acciones y de resultados, pues mientras exista impunidad continuarán los delitos que corroen la tranquilidad de los mexicanos.
La impunidad, es decir la imposibilidad de que un delincuente sea sancionado, y la inseguridad podríamos tomarlos como sinónimos sociales, pues mientras vivamos bajo un débil sistema judicial pensar en un sistema político sano seguirá siendo un sueño imposible de alanzar.
Mientras no se combata eficazmente a la delincuencia y no se castigue a quienes quebrantan la ley seguirá creciendo el cáncer de la inseguridad, que tanto daño nos ha hecho.