Columnas
Para Sonia, todo mi respaldo
En una democracia el respeto por las instituciones es fundamental para garantizar la legitimidad y la estabilidad de los procesos de designación de alto funcionariado. Las y losservidores públicos que llegan a cargos de responsabilidad, tras pasar por procedimientos institucionales claros y establecidos, merecen el respaldo pleno de la ciudadanía y de quienes en su cotidianidad conforman las propias instituciones. Este cobijo es aún más importante cuando las designaciones recaen en mujeres, quienes han comenzado a ocupar mayor protagonismo de toma de decisiones en la esfera pública.
En los últimos tiempos, hemos dado testimonio de un clima enrarecido en el que se tiende a cuestionar y desconocer la institucionalidad de los procedimientos democrático-institucionales. Las críticas no siempre se basan en razones legítimas, sino que en muchos casos rozan lo irracional y lo injusto. Se trata de una calumnia cobarde que, lejos de contribuir al fortalecimiento de las instituciones, las debilita. En vez de "domar la fortuna mediante la virtud", como señalaba Maquiavelo, ciertos sectores intentan hacerlo desde la vileza y el engaño.
Este tipo de actitudes no solo afectan a quienes ocupan los cargos, sino a la legitimidad de las instituciones que los designan. Cuando los procedimientos institucionales son cuestionados de manera arbitraria, se envía un mensaje de inestabilidad y desconfianza que socava la base misma de la gobernabilidad. En particular, resulta preocupante que los ataques y cuestionamientos recaigan con mayor frecuencia en las mujeres que ocupan posiciones de liderazgo. En muchos casos, estas críticas no están relacionadas con la capacidad o la gestión de estas mujeres, sino con el simple hecho de ser mujeres.
En el contexto actual, donde la posverdad y la sofisticación del engaño dominan el discurso público, es más importante que nunca apegarse a la institucionalidad, pues en su esencia, no son meros trámites burocráticos, sino pilares sobre los que se construye la confianza y la estabilidad del Estado. Deslegitimar a quienes han sido designados y designadas por vías institucionales es, en última instancia, un ataque contra la democracia misma.
De cara a los próximos años, en los que una mujer ocupará las más altas responsabilidades de la República, hago votos por que se respete su legitimidad: ya sea la titularidad de una Secretaría de Estado o la Dirección de una División en una Universidad Pública, no podemos permitir que en pleno siglo XXI, una mujer siga siendo cuestionada únicamente por el hecho de ser mujer y por tomar decisiones legítimas desde un cargo institucional. Es momento de defender la institucionalidad en democracia. Solo así podremos garantizar que nuestras instituciones, y quienes las encarnan, sigan siendo las garantes del bien común y la justicia, más allá de las mezquindades y las falsas narrativas que buscan desvirtuarlas.
X: @CarreraBarroso