Con frecuencia, el gasto público que nuestro sistema electoral demanda ha sido visto con recelo. En efecto, si bien los requerimientos financieros de las elecciones modernas se dirigen a solventar nuestras ansiedades democráticas y los extremos de una normativa densa y barroca, generan toda suerte de crispaciones a lo largo y ancho de las élites políticas, que a su vez deben enfrentar a una sociedad francamente cansada de un sistema político que durante muchos años ofreció pocos y malos resultados.
En este entorno de rispidez y austeridad, las soluciones tecnológicas digitales pueden ofrecernos herramientas útiles, pero solo cuando garantizan integridad electoral y más soluciones y ahorros que dificultades. Para ello, conviene asomarse al informe Protegiendo la Integridad Electoral en la Era Digital, de la Comisión de Democracia y Elecciones de la Fundación Kofi Annan, creada y dirigida por el Exsecretario General de la ONU, publicado la semana pasada en coordinación con la Universidad de Stanford y que considero fundamental para entender mejor y atender con mayor eficacia los retos y principios de la integridad electoral frente a las ventajas y amenazas que presentan las tecnologías de la información y la comunicación.
Conviene recordar que como lo he referido en entregas previas, la fundación fue la primera en proponer, en un estudio publicado en 2013 en coordinación con International IDEA, los contornos conceptuales y los componentes pragmáticos básicos de esta innovadora disciplina del estudio de las elecciones y de los valores que éstas deben encarnar y garantizar en la actualidad.
El reporte es producto de un año entero de estudios y análisis, orientados por 5 preguntas relevantes en estos tiempos: ¿Qué elementos fundamentales de las tecnologías digitales tendrán un impacto único (positivo o negativo) en la democracia y los procesos electorales? ¿Qué potencial tienen las tecnologías digitales para fortalecer o debilitar la integridad del entorno electoral? ¿Cómo lograr que el uso de la tecnología en las elecciones sea transparente y garantice rendición de cuentas? ¿Qué oportunidades e incentivos ofrecen a los electores jóvenes para involucrarlos en los procesos democráticos? ¿Qué papel e impacto tiene el financiamiento político en el despliegue y uso de las estrategias e instrumentos electorales de basamento digital?
Por otro lado, el texto se articula alrededor de dos objetivos principales, que son identificar y encuadrar los retos para la integridad electoral provenientes de la diseminación de las tecnologías digitales y de las redes sociales y desarrollar políticas públicas que enfrentaran esos retos y subrayaran las oportunidades que la innovación tecnológica ofrece para robustecer la integridad electoral y la participación democrática.
Quizá el corazón del diseño y hallazgos del reporte, que desarrollaré posteriormente, residen en la frase de Annan al crear la Comisión referida unos meses antes de morir: “La tecnología no está inmóvil; la democracia tampoco debería estarlo”.
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