Columnas
La semana pasada, Benjamín Netanyahu, presentó un plan para “el día después de Hamas” en donde expone sus ideas para la reorganización de la Franja de Gaza una vez terminado el conflicto actual. Pero dicho plan es simplemente una lista de doce “principios”, divididos en “de alcance inmediato”, “mediano plazo” y “largo alcance”, títulos los cuales dan la impresión de ser etapas bien diseñadas, pero en realidad son vagas e incluso contradictorias. El primer principio “inmediato” ni siquiera es inmediato, se limita a enunciar la intención de continuar la guerra. El principal principio a medio plazo es mantener la libertad de Israel para operar en Gaza “sin límite de tiempo”. Y así, todo el documento continúa en esta línea de ambigüedad.
No hay plazos y los objetivos son intencionadamente imprecisos. En realidad, se trata de un esquema diseñado no para poner fin a la guerra en Gaza, sino para prolongarla y garantizar de esta inicua forma la supervivencia política de Netanyahu.
El documento carece de una estrategia realista o eficaz de salida. Expone la idea de contar en Gaza con “una gestión civil con el concurso de elementos locales con experiencia” y con un “plan integral de desradicalización en todas las instituciones”, pero no menciona como se pretende establecer a esta administración.
Ni una sola vez se menciona a la Autoridad Palestina, y ello porque los miembros de extrema derecha de la coalición gobernante en Israel esperan eliminar para el futuro cualquier apariencia de soberanía palestina. Por otro lado, tampoco menciona específicamente una presencia israelí permanente en Gaza, por temor a provocar la retirada de los moderados del actual gobierno de unidad nacional.
Mientras haya combates y un alto riesgo de escalada no se celebrarán elecciones anticipadas, las cuales perdería Netanyahu de forma irremediable. Los líderes de la oposición no quieren ser vistos como saboteadores de la unidad nacional en tiempos de guerra. Benny Gantz, principal opositor y quien acordó al comienzo de la guerra unirse a una coalición “de emergencia y específicamente temporal” reconoce la imposibilidad de abandonar “este gobierno horrible lleno de ministros extremistas y con un primer ministro desprestigiado a nivel mundial” mientras, por lo menos, no se logre la liberación de todos los rehenes. Aunque no es el caso de toda la oposición. El ex primer ministro Ehud Barak exigió disolver el Knesset (parlamento) de forma inmediata. Eso sí, mientras se alarga el estancamiento bélico el gobierno israelí acentúa su autoritarismo. Aprobó una regulación para poder decretar el cierre temporal de los medios de comunicación cuya información y opiniones “comprometan la seguridad nacional”. Asimismo, decenas de ciudadanos críticos con la guerra han sido despedidos de sus trabajos, expulsados de instituciones educativas y arrestados por sus publicaciones en redes sociales.