Las cifras desmienten los otros datos que insistentemente el presidente Andrés Manuel López Obrador quiere que creamos: la pandemia no cede en lo más mínimo, los contagios crecen cada día y el número de muertos por este letal virus alcanza sobrepasa los 25 mil. ¿Cuándo nuestras autoridades se tomarán en serio la crisis sanitaria que nos coloca en tercer lugar en letalidad en el mundo?
No podemos ni queremos acostumbrarnos a vivir con la zozobra de contagiarnos y morir en cualquier momento como casi lo sugirió el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, quien fríamente salió con la novedad de que debemos acostumbrarnos a vivir de dos a tres años en convivencia con el coronavirus.
El primer mandatario por su parte, cuando muy ocasionalmente habla del tema del Covid-19, asegura que estamos saliendo de la gravedad cuando, como señalaba al principio de esta columna, las cifras son escalofriantes: más de 200 mil mexicanos contagiados y no sabemos, porque no quiere hacer las pruebas sugeridas por la OMS, cuántos miles más hay en nuestro entorno.
Un gobierno humanista, como diariamente presumen nuestras autoridades, ya habría dado la orden de ejercer el mayor presupuesto para la compra de pruebas y detectar a las personas que por una u otra razón tienen el coronavirus y no lo saben. Nada es más importante que la salud de los mexicanos, nada vale más que la vida de las personas que con enorme tristeza y frustración vemos cómo la pierden.
La nueva normalidad, como la llama el presidente López Obrador es ¿sálvese quien pueda? Ya lo dijo hace unos días, cada uno es responsable de su vida, sí, pero no cuando se trata de una enfermedad no provocada por la persona, estamos hablando de una pandemia mortal y global donde ya México alcanza niveles preocupantes.
Sabemos que el jefe del Ejecutivo federal no quiere gastar dinero, que es de todos los mexicanos, en pruebas de detección de coronavirus, esos recursos están celosamente destinados a tres obras que desde su concreción están condenadas al fracaso: el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería Dos Bocas y el Tren Maya. Esa es la prioridad del presidente y no la vida de sus gobernados.
De ninguna manera pretendo ser negativa, pero si la tendencia en lugar de bajar aumenta en número de contagios llegará el momento en que los hospitales estarán saturados, ¿es tan difícil entender que la muerte acecha a los mexicanos a cada segundo y más cuando las medidas de restricción se han relajado completamente por la anuencia de quien gobierna a este país de casi 130 millones de personas.
En palabras coloquiales no se trata de decirles a los gobernadores “rásquense como puedan”, la Federación por mandato constitucional está obligada a garantizarnos la salud y no lo está haciendo. Las consecuencias vienen en camino.