Con cariño y admiración a mi abuelita Petra, y a todas las mujeres de mi entrañable Xathe.
Históricamente las mujeres hemos sido excluidas de derechos y oportunidades, tales como el derecho a la educación, al trabajo, al desarrollo, a la salud y ni qué decir de los derechos políticos con escasamente 67 años de reconocernos como ciudadanas.
Pongo el antecedente, porque en esta ola de lucha por el reconocimiento de derechos y libertades de las mujeres, se escuchan voces molestas, algunas quizá por ignorancia y otras evidentemente por machismo. Es verdad, las mujeres hemos ganado derechos, pero no los suficientes para hablar de una verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Ejemplo de ello, es la marginación con la que viven nuestras mujeres rurales.
A propósito de los 110 años de Revolución Mexicana, donde una de las principales demandas era el reparto de la tierra, cuyo triunfo dio origen a la Ley Agraria, es lamentable que conociendo de la participación activa de las mujeres en el movimiento y peor aún, sabiendo del papel fundamental que hoy desempeñan en la conservación y desarrollo de los ejidos no se les garantice su acceso a la tenencia de la tierra, ni participar en la toma de decisiones de la comunidad.
De acuerdo a cifras oficiales, sólo el 29 % de los ejidatarios y comuneros del país son mujeres y apenas el 25% de certificados agrarios están a nombre de ellas, su acceso a la tierra es principalmente por herencia de sus cónyuges y no de sus padres. Por lo que refiere a la participación en los órganos de decisión, el 18% de representantes en los núcleos agrarios los ocupa este género y sólo el 5% de los comisariados son presididos por mujeres, y no necesariamente porque la ley lo impida o por apatía, sino por la resistencia patriarcal de tener mujeres al frente.
Por lo anterior, celebro las reformas aprobadas la semana pasada en la Cámara de Diputados, donde de aprobarse en el Senado, las mujeres rurales gozarán de certeza jurídica a fin de: aspirar a la titularidad de la tierra, a la paridad en la integración de los comisariados ejidales y consejos de vigilancia, así como a ser sucesoras de derechos ante la ausencia del ejidatario titular.
Por décadas ante la migración de los hombres a las ciudades o al país del norte, las mujeres no sólo han quedado al mando de las familias, sino como responsables del cultivo de las parcelas, al cuidado de los animales y muy pocas en la toma de decisiones. Es momento de reconocer su labor, es momento de honrar aquella frase revolucionaria: “la tierra es de quien la trabaja”. ¡La tierra también es de las mujeres!
Viviana Islas Mendoza Colaboradora de Integridad Ciudadana, Politóloga por la UAM, con estudios en Políticas Públicas, Derecho Parlamentario, Procesos Electorales, Transparencia y Violencia Política contra las Mujeres @VivianaIslasM @Integridad_AC