Por José García Sánchez
México ha sido un país con una derecha definida, a través de la cual se llevaron a cabo luchas históricas desde el siglo XIX hasta la fecha. La derecha oficial, encarnada en partidos políticos se diluyó al mezclarse con organizaciones poco afines, lo que abre un hueco en ese pensamiento político que por primera vez en la historia está vacío. La derecha desapareció en el país.
Este espacio vacío corre el peligro de ser ocupado por organismos de ultraderecha esperando llegar a la política mexicana. Se trata de una derecha recalcitrante que raya en el fascismo y que el neopanismo nunca valoró, ni incorporó, ni percibió.
Los conservadores más recalcitrantes que han dado la batalla desde hace más de 200 años, no se sienten representados por Acción Nacional a pesar de sus exacerbadas y violentas intervenciones públicas preelectorales. Sus intereses están relacionados no sólo con los empresarios sino con el clero más conservador, que también protege y posee bienes, cuyo epicentro lo sitúan las victorias electorales de Guanajuato y Querétaro, pero esa fusión bicentenaria de intereses no se limita a esos estados, intenta avanzar.
Sin derecha la política mexicana abre las puertas a grupos no sólo radicales de pensamiento sino de acción, la creación de cuadros políticos ubicados por el momento en las universidades confesionales y las asociaciones derivadas de sus intereses a través de sus egresados y catedráticos, se encaminan a la conformación de partidos políticos en un proceso desesperado por fundar la derechización del país.
Por su parte, los evangelistas están prestos a recuperar el espacio que dejó el PES con su pérdida de registro y otros organizan grupos de choque al más puro estilo de El Muro, (Movimiento Universitario de Renovadora Orientación) de los 60, o El Yunque panista, están a la vuelta de la esquina, con las mismas características violentas, en sus filas hay fanáticos religiosos y laicos capaces de matar para combatir lo que consideran el demonio o el enemigo de su fe.
Acción Nacional no sólo surge en 1939, como dique de contención para detener un proceso de supuesta imposición de comunismo educativo de Lázaro Cárdenas con la creación del Instituto Politécnico Nacional sino para dejar atrás y en el olvido, la existencia de una derecha radical, intolerante que se lamía las heridas de la derrota en la guerra cristera. El PAN, dicho sea sin sarcasmo, se convirtió en la cara amable de una derecha capaz de todo con tal de imponer sus criterios.
En México luego de la fusión que creó la alianza electoral del 6 de junio, ya no hay derecha y los grupos radicales que identificaban su ira y violencia en la moderación del PAN, ahora andan sueltos como demonios en busca de un líder y de ocupar el poder político.