Columnas
Desde todos los sectores de la población, hombres y mujeres de los partidos incluyendo Morena, expresan algo que no habían dicho anteriormente en el ámbito político. Tratan de recomendar tareas a la Presidenta, intentar solicitarle que no haga o diga tales cosas, le sugieren políticas y le muestran un camino de declaraciones y decisiones que cualquiera pensaría que se trata de una niña.
Esta situación no se había visto antes, las decisiones de los presidentes se apoyaban o se cuestionaban, pero nunca llegaron a decirle lo que debía hacer. Ahora, estas “sugerencias” parecieran contener algo incontrolable que no es mediable ni cuantificable, pero es real: misoginia.
Desde la manera de vestir hasta lo que debe decir y cómo decirlo, empezando por la palabra “presidenta”, ha tenido correctores frontales más que enemigos soterrados. Con esa misoginia para qué quiere enemigos.
Legisladoras y legisladores, periodistas, opositores, columnistas, de todos los colores han transpirado involuntariamente una misoginia que escondían tanto que no eran conscientes de padecerla.
Actualmente los grupos que se pronuncian contra la administración de Claudia Sheinbaum, son pequeños, poco importantes por el número de integrantes y sin futuro. Es decir, con los miembros con los que cuentan con esos se van a quedar y carecen de posibilidades de cohesionarse aunque compartan enemigo, en este caso, enemiga.
Este grupo de misógino si bien no tiene acomodo en los grupitos de Atypical, o Latinus, o el PAN, jueces corruptos, etc. puede convertirse en un frente más de los muchos que tiene la Presidenta, en el momento en que cobren conciencia de su misoginia, de al que seguramente algunos se arrepentirán, pero ya expresaron no sólo sus sugerencias sino sus tendencias.
Entre las sugerencias sobresale lo que debe hacer igual que su antecesor y lo que deben dejar de hacer. En una misión pedagógica que nadie solicitó y que no hay día que en los medios aparezcan mujeres y hombres, autodenominados analistas, que quieren enseñarle algo de su intelecto a la presidenta.
La presencia de una mujer en la Presidencia de la República debe impulsar exámenes de conciencia entre muchos mexicanos y mexicanas que todavía no se acostumbran a una igualdad que nunca debió romperse.
Una parte ubicable de misoginia son los medios convencionales que la practican no sólo impunemente sino de manera habitual que pareciera que es lo justo y normal. Acostumbrados a alabar a hombres en la política y a recordar que la designación de la primera secretaria de Estado en México se consideró novia el entonces Presidente José López Portillo, convirtieron en costumbre algo que era la excepción de la regla.
Sin comprobar nada, la misoginia se proyecta ahora más que nunca en la vida política del país, con educadoras y educadores de parvulitos de donde todavía no concluyen sus estudios.