Columnas
En una semana, dos de los llamados líderes de opinión del pasado, --referencia de los conservadores para justificar que los llaman periodistas de primera línea cuando en realidad sólo son famosos, cuya mala fama les precede--, dieron una nota pésima ante su menguante público y el país.
El primero dio a conocer un mal intencionado reportaje sobre algo que sucedía en Yemen, asegurando que era Sinaloa; de nada sirvieron las disculpas, que lo reiteran como creador de montajes periodísticos como el que realizó en la captura de la banda de secuestradores Los Zodiacos, donde una ciudadana francesa estaba implicada según las autoridades, en 2005.
Memorable, sin duda es también la mentira de ese mismo aprendiz de reportero, cuando habló, luego del sismo de 2017, de una niña atrapada en los escombros del Colegio Rebsamen, llamada Frida Sofía, que nunca existió, y, a modo de disculpa, implicó a marinos para ocultar su montaje, fue desmentido por ellos.
El otro, considerado públicamente como el rey del chayote, llamados así los subsidiosdel gobierno destinado a sus bolsillos, beneficiario de recursos que pertenecían a dependencias del gobierno entre ellas, Salud, y extorsionador de constructores, luego de una serie de críticas insulsas al gobierno, incluyendo mentiras y alucinaciones, aparece transmitiendo desde el Vaticano en estado de ebriedad, lo cual implica no sólo una falta de profesionalismo sino un agravio a los católicos.
Esto, se acumula a años de montajes, mentiras y manipulaciones que la gente no advertía por el monopolio de los medios también subsidiados, que, cuando ellos surgen a la fama, no al periodismo, no había herramientas para ser descubiertos.
Porque sus trampas informativas no empezaron cuando fueron descubiertos, sino que la desinformación era requisito para obtener el trabajo que los hizo famosos. Son producto de su tiempo, y terminando el lapso del que dependían debieron desaparecer, junto con otros mentirosos. Mantenidos del pueblo, a través de gobiernos que necesitaban mentiras para sobrevivir.
Al desaparecer el subsidio que pagaba sus lujos, a costa del trabajo de la población a la que engañaban debieron retirarse, pero, la ambición, el ego, lo impidieron. Ahora son una anécdota de lo que no debe hacerse, una vergüenza para sus familias y un estorbo para la historia.
Mentirosos a sueldo son un daño a México superior al de cualquier capo de las drogas y siguen tan campantes, gozando de dinero mal habido y de impunidad.
El repudio de los mexicanos no es castigo suficiente para hacer justicia, lo peor, con un público cautivo, que, si bien disminuye todos los días, les siguen creyendo porque inflan artificialmente el nivel de audiencia.
Ambos con carreras inclusas, que nada tienen que ver con el periodismo, protegidospor políticos corruptos, son un lastre para el crecimiento y evolución del país.