Por Armando Hernández
La racionalidad en el ejercicio del gasto público es un principio constitucional que se encuentra plasmado, desde hace décadas, en nuestro texto constitucional.
El artículo 134 de nuestra Constitución establece que los recursos públicos se administrarán con eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez.
La eficiencia y la eficacia tienen que ver con la optimización de los recursos. Hacer más con menos. La economía es la administración de recursos escasos; (es decir, que nunca son suficientes.) Es necesario contar con mecanismos para evaluar el impacto del costo-beneficio en las decisiones racionales que toman las autoridades, para aplicar los recursos públicos al cumplimiento de sus funciones y obligaciones.
La transparencia se presenta mediante la rendición de cuentas claras de cada peso que se gasta. ¿En qué se invierten los recursos públicos? ¿Está justificada cada erogación? ¿Se administran como se cuidan los recursos del hogar, (Es decir, "estirando" el gasto para que rinda)?
En lo que respecta a la honradez, es un valor supremo; pero cuenta con muy pocos incentivos. ¿Qué gana una persona honrada con serlo? ¿En qué nos beneficia la honradez?
Por otro lado, la austeridad republicana no es lo mismo que la optimización en el ejercicio del gasto público. Aunque estas dos medidas no se oponen entre sí, e incluso pueden ser complementarias; hay que recordar que disminuir el gasto no significa gastar mejor.
Abatir la corrupción puede ser sin duda un paso importante en la consolidación de un nuevo esquema económico en el ejercicio de los recursos públicos; sin embargo, no sería suficiente.
Además, sería difícil pensar que efectivamente es posible eliminar el lastre que representa la corrupción, sin un cambio real en el modelo de sociedades capitalistas modernas. En este tipo de sociedades, la honradez es un valor subvalorado. Vale mucho más "tener" que "ser." Hay muchos más estímulos para obtener dinero, como medio para alcanzar otro tipo de satisfactores de necesidades.
Hacer rendir los recursos públicos no necesariamente significa gastar menos, sino orientar el gasto al cumplimiento de metas alcanzables, (reales) y evaluables (medibles.)
Sería contraproducente tratar de disminuir el gasto público, sin una adecuada planeación de alternativas viables para que el estado pueda cumplir cabalmente con sus fines. No podemos dejar que el combate a la corrupción y la política de austeridad paralicen el actuar de las instituciones públicas.
Pero, ni un extremo ni otro. Tampoco debemos permitir como sociedad, el dispendio de recursos que se pagan con nuestras contribuciones: autos de lujo, choferes, telefonía celular y otros lujos que anteriormente se soslayaban.
Se trata de hacer más con menos. Mejores resultados con menor costo. ¡claro que es posible!
Flor de loto: No se trata de gastar menos. Se trata de gastar mejor (optimización de los recursos públicos)