Una situación de la que poco se ha hablado y mucho afecta las condiciones de vida de las infancias mexicanas, es la pérdida de sus cuidadores primarios y secundarios como consecuencia de la pandemia de Covid-19.
México es el cuarto país del mundo con el mayor número de huérfanos por esta enfermedad, después de Estados Unidos, Brasil e India, sin embargo, ocupa el primer lugar de América. De cada 100 fallecimientos por Covid, alrededor de 90 menores de 18 años perdieron a algún padre, madre, abuelo o tutor, de acuerdo con un análisis del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República.
Actualmente no hay un registro concreto de cuantos menores hay en situación de orfandad ni un diagnostico de la situación a la que se enfrentan quedando desamparados totalmente, el problema empieza desde ahí, sin embargo, el censo realizado por el Inegi en 2020, señala que hay más de 64 mil personas entre cero y 19 años que viven en asistencia social y alrededor de 23 mil viviendo en albergues para menores, lo más seguro es que las cifras vayan en aumento.
Las niñas, niños y adolescentes no son la población a la que más afecta el coronavirus en el tema de salud, pero si están siendo los que más sufren las consecuencias por la desintegración familiar, por ello no pueden seguir pasando desapercibidos.
Implementar acciones efectivas para contrarrestar las consecuncias a las que se puede enfrentar este sector vulnerable es lo más óptimo, la duda es si realmente una beca de 800 pesos mensuales como lo indica el convenio firmado por el Sistema Nacional Dif y la Coordinación Nacional de Becas para el Bienestar Benito Juárez cuya finalidad es dar prioridad a la niñez en situación de orfandad a raíz de la pandemia, resuelve que tengan un desarrollo individual y colectivo íntegro.
En la medida en que siga sin atenderse este problema, seguirá siendo una deuda pendiente del gobierno con los menores mexicanos. Es de suma importancia que se involucren para crear fondos y programas que realmente atiendan el desamparo familiar que amenaza el proyecto de vida de miles y seguridad que no solo perdieron a sus familiares por esta enfermedad, sino que desde antes de la llegada de la crisis sanitaria se enfrentaban a factores como violencia intrafamiliar, de género, desnutrición, pobreza, consumo de drogas y migraciones.