El silencio de los medios mexicanos respecto a lo que sucede en Perú es sintomático, como si se tratara de intereses comunes entre medios de información. Como si en el país sudamericano no sucediera nada.
No extraña que las fuerzas fácticas hagan a un lado las violaciones a los derechos humanos de sus cómplices y aliados para que denuncien las anomalías contra la población peruana, pero sí que se hable sobre lo que sucede aunque sea aproximadamente como ha sucedido en otras ocasiones que hay golpes de estado, duros, blando o simulados. Lo cual suena a advertencia, a
amenaza silente que puede contagiar otros países entre ellos México.
Hay quienes afirman que lo de Perú fue el ensayo general para dar golpe judicial a otros países con regímenes progresistas, electros por la mayoría y que representan un desgaste a los intereses de las élites. Sin duda los privilegiados de América Latina, vienen de las mismas familias, como en las añejas monarquías.
Las clases sociales en Perú están divididas geográficamente como en ningún país del subcontinente, de ahí que si no es en la capital no hay repercusión mediática. Las revueltas contra el régimen golpista, y en especial contra Dina Boluarte, suceden en el sur, principalmente en
Arequipa, donde los enfrentamientos son todos los días con su respectiva represión.
La persistencia de la población h hecho tambalear a la usurpadora y no hay manera de que puedan ordenarle más que seguir firme hasta que ella no resista más, y dejen de utilizarla como marioneta de los poderosos de Perú y de estados Unidos. La treintena de muertos aumenta y los encarcelados, golpeados, torturados, desaparecidos, también. No hay foro internacional, como la OEA o la ONU que muestre su descontento por dicho crimen, confirmando su posición política más allá de los conceptos que el dan vida y vigencia.
El silencio de los cómplices en el caso de Perú es más generalizado que nunca, principalmente en América latina. No quieren que la población de esta región pueda darse cuenta de que los golpes de estado simulados o los llamados lawfare, ya no funcionan, sólo manchan de sangre a quienes luchan por defender su voluntad y defienden la democracia. Se trata de una lucha a muerte por sus derechos y voluntad.
Los golpistas organizan marchas prodictadura, organizadas por la policía y el clero, las llaman Marchas por la Paz, al estilo de la que se desarrolló en México en favor del INE, ambas pugnan por la inmovilidad, por el regreso al pasado. Estas marchas piden el regreso de Alberto Fujimori, quien otorgó todo tipo de privilegios a las élites de Estados Unidos y Perú.
Las similitudes crecen y acercan, se confunden y se funden. Los golpistas no reconocen fronteras, voluntad popular ni democracias.