En uno de los más importantes eventos virtuales de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, dos intelectuales de primer orden, Michael Sandel y Yuval Noah Harari, se reunieron para reflexionar sobre el estado actual del mundo y sobre las causas, peligros y efectos, del avance del populismo y de nuestras fracturas sociales, económicas y políticas.
El primero, norteamericano renombrado, es profesor de la materia Justicia en la Universidad de Harvard y autor de diversos textos sobre filosofía política, como “Justicia ¿Hacemos lo que debemos?” y “Lo que el Dinero no Puede Comprar”, entre otros. El segundo, israelita connotado, es historiador y autor de obras extraordinarias como: “Sapiens: De animales a Dioses” y “Homo Deus: una breve historia del mañana”.
El intercambio es de vista obligada, pues al estudiar el estado del mundo actual, atenazado entre la pandemia y los perniciosos regímenes ultranacionalistas e iliberales, surgió entre ellos el concepto novedoso de la economía del honor.
Originalmente, atisbado por Sandel en “La Tiranía del Mérito”, su libro más reciente, el concepto, verbalizado por primera vez por Harari, se refiere a la sensación de humillación, abandono y hasta traición que las clases trabajadoras han resentido en los últimos 40 años de neoliberalismo globalizador y han visto rodar por el suelo la promesa de que si iban a la universidad, se esforzaban y sacrificaban en el trabajo, su posición económica y social mejoraría a la vuelta de unos años (“lo que ganes, dependerá de lo que aprendas”) sin que eso haya sucedido en sus vidas por generaciones.
El problema, dicen los comentaristas, es que, a la promesa, falsa por lo demás, subyacía un insulto, pues el umbral para acceder a una educación profesional sigue siendo muy alto en todo el mundo, casi de imposible consecución y frente al que los partidos progresistas, otrora conciencia de la nación y contrapeso de los excesos del modelo neoliberal, apenas atemperaron o, de plano, ignoraron.
Así agraviados, estos estratos sociales han presenciado cómo se va ampliando la brecha que los separa, en todas sus expresiones, de los más favorecidos, a su vez arrogantes por la “fortuna” de sus propias trayectorias educativas y de emprendimiento industrial o comercial, logros acontecidos, según ellos, por su propio esfuerzo personal y suerte particular.
En este coctel de baja estima de unos y envanecimiento de otros, las sociedades se han desgarrado en el famoso “ellos vs nosotros” y las clases obreras, siempre más numerosas, fueron acercándose a los partidos y candidatos, de todas las orientaciones políticas, que les ofrecieran reparar la falta de reconocimiento y estima respecto de sus aportaciones a la comunidad nacional y soluciones rápidas a sus agravios económicos y sociales. De paso, si se podía, que recriminaran y sancionaran a las élites por su falta de empatía y compasión para con los demás. Avanzaré el próximo martes.